Atención, hela aquí: la Capilla Yucat, uno de los tesoros mejor guardados de Villa María y la región. Alejada, a unos 18 kilómetros del centro, se pasa las décadas en la estancia con la que comparte nombre y paisaje. Patrimonio local, de historia prominente y aura haciendo juego, y que con cada primavera que toca a su puerta, se vuelve más grande.
Erigida alrededor del año 1630, es considerada como la construcción más antigua de la zona. Fue propiedad de Juan López Fiusa hasta 1700, cuando éste la donó junto con la estancia a la Orden de la Merced. Desde entonces, el templo experimentó tres restauraciones: 1794, 1919 y 2003. Y sigue firme, gambeteando los designios del tiempo, representando el pasado lejano en este presente villamariense.
Para llegar hasta su seno, hace falta tomar la vieja ruta 9 con dirección a Córdoba. A los cinco kilómetros de recorrido, un cartel indica el curso a seguir. Será cuestión de desviarse a la izquierda, y entre caminos rurales, continuar la huella. Tierra, soledad. Pintura del interior profundo. Estamos cerca.
Entonces, el arribo viene con lo prometido. La modesta pero no por ello menos ilustre capilla, se perfila con aires señoriales, consiente de su potencial. Arcaica estructura que invoca a la redención. Las imágenes bucólicas que arrojan los alrededores, abundantes en arboledas y pastizales, ayudan a construir atmósfera.
Situada a la vera del Ctalamochita (muy cerca de Villa Fiusa, que se ubica al otro lado del río), la iglesia mantiene su impronta original. Rostro logrado en base a paredes de adobe, techo en madera y tejas coloniales, aberturas al tono y revoque a la cal. Dominan el blanco y un dorado devenido en mostaza. Dos torres terminadas en cúpulas metálicas dan fuerza a la fachada. En sí, la obra goza del estilo propio de las Estancias Jesuíticas distribuidas hacia el norte de la provincia. Para mayores certezas al respecto, basta con visitar el interior. Robustos muros revestidos en colores pastel protegen los aires místicos del lugar, conservando esa estética tan propia que los españoles diseminaron en tierras mediterráneas a partir del Siglo XVII.
Bosque de espinal, museo y algo más
La estancia Yucat respira en territorios donde hace unos 500 años atrás se habían asentado los primeros comechingones de la región. Pero su valor no termina allí: lindero a la capilla, se encuentra un bosque de espinal de 300 hectáreas que es único en el país. Ultimo reducto de la especie “Espinal cordobés-santafesino” en la Argentina, ha sido referenciado por diferentes biólogos y expertos en la materia como un verdadera joya natural.
Complementan el cuadro la Escuela rural Fray Venancio Taborda, y los espacios de producción manejados por la Orden, tanto de ganado como de agricultura. Desde hace algunas semanas, también reclama protagonismo el Museo Arqueológico, que fuera iniciativa de profesores y alumnos de la citada escuela, junto con otros centros educativos de la zona.
Ante tanto entorno que lo rodea, la Capilla hincha su figura. Se vuelve más grande.
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