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Alicia Peressutti, autora de "Buscando a Ana" |
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Por Darío Falconi
(eldiariocultura@gmail.com)
Pocas veces, o quizás nunca, ha sucedido que un escritor novel de la ciudad tiene la gran satisfacción que ha tenido Alicia Peressutti.
Sucede que “Buscando a Ana”, su primer libro de ediciones de autor (Ediciones CC, abril de 2008), se agotó rápidamente y ha sido reeditado en menos de seis meses por la editorial cordobesa Ediciones del Copista (setiembre de 2008).
Esta nouvelle o novela corta retrata la búsqueda incesante y desesperada de una madre para recuperar a su hija, quien ha caído en las garras de la prostitución.
Mediante una narrativa clara, rápida y ornamentada con logrados recursos expresivos, Alicia da cuenta de una historia estremecedora y del inmenso submundo de las drogas, el trabajo sexual y la violencia. Un hecho verídico que atraviesa el tamiz de la literatura, para llegarnos, para darnos cuenta que existe una realidad que tenemos al lado y que muchas veces no queremos ver. Con un final inesperado, pero salpicado con mensajes de esperanza, “Buscando a Ana” pugna para seguir instalando el tema que, como todo tabú, tiene escasa acogida en la sociedad.
Cuando el director de la revista cultural Compartiendo presentó la publicación, expresó que la misma es “una denuncia que debe recorrer todas las manos posibles”; y de esa manera llegó a mí, de las manos de un amigo que me la recomendó.
Llego a su casa en horas en que el sol castiga con todo su poderío. Sobre la mesa el mate listo para empezar y encuadrando la escena el sonido de fondo de un lavarropas en pleno trabajo.
Mientras nos terminamos de acomodar, Alicia me comenta sobre su pasión por la escritura, la actitud de no creerse una escritora y la recurrencia de algunos autores que llenan páginas innecesariamente.
Poco a poco nos metemos en la charla y vamos circunscribiendo la misma a su novela y su manera de trabajarla.
"Buscando a Ana"
—¿Cuál fue el motor de escribir “Buscando a Ana”? Ni bien realizo la primera pregunta, Alicia sentada enfrente de mí, me clava sus ojos brotados de humedad.
—Van a pasar los años y me va a seguir emocionando. Hablamos mucho con los chicos y yo decía que, si lo publicaba iba a quedar atada mucho tiempo; y me sigue pasando, yo digo que es un libro kármico, porque no me suelta, yo pensaba que hacía la publicación y lo presentaba y ¡no! Toda la vida escribí, es la cuarta novela que escribo y si vos ves ahí (me señala una torre de papeles en el extremo de la mesa) ya hay un bosquejo de una quinta novela terminada y hay una sexta dando vueltas. Yo convivo con esto de escribir, lo hago casi todas las noches a la madrugada y esto es parte de mi vida. Sobre todo me enamoré de escribir novelas. Es muy difícil escribirlas porque tenés que convivir con ellas; la poesía la terminás, el cuento lo terminás; en cambio, vos vivís mucho tiempo con la novela y por ahí estás trabajando y junto con los personajes de la novela. “Buscando a Ana”, sobre todo la publiqué porque tenía que cumplir con la promesa que le había hecho a la protagonista de la historia. Si bien no está acá, hace muchos años que trabajo con ella en lo que es contención y con otras mujeres en riesgo. Ella me decía: “A pesar de que yo estoy totalmente destruida, mi historia tiene que servir, para que la gente vea que la prostitución no es lo que la gente cree”. Cuando hablamos de prostitución en casa de trabajo, está ese mito de que la pasan bárbaro, de que llegaste abandonando un puesto de oficina para trabajar ahí por gusto. Hay mucha trata de personas, mucha vulnerabilidad en esto.
Muchas mujeres me han pedido que cuente su historia, pero esta historia me atrapó porque es muy jodida, muy dura; y aparte porque esta persona está totalmente destruida y no estoy mintiendo nada allí, está novelado pero es verdad, tiene fuerza de verdad. He estado con otras personas que de la nada han podido volver, han podido armar otra vida; pero esta mujer no pudo armar más nada, eso me impactó.
—¿Por qué decís que el libro no te suelta?
—Porque cuando terminé la primera edición, fuimos a la Feria del Libro acá en Villa María y todo lo demás, los libros se vendieron todos. Hemos vendido casi 300 libros en la primera edición, la gente lo pedía por teléfono, lo pedía en las librerías y pasa que me llamaron de dos editoriales de Córdoba donde opté por hacerla con Ediciones del Copista, donde me trataron muy bien. Me pasó lo de la Feria del Libro de Córdoba, fue adaptado como libro de texto y el libro sigue… Yo les dije a mis hijos que tenía esa sensación de que el libro no me iba a soltar. Me emociona y nos pasa a todos los pocos que estamos en esto. No me interesa la autora, que la tachen, la historia es la que vale; es comprender que el tráfico, la trata de personas es, junto con la prostitución y después de la droga, el negocio más rentable, mueve fortunas. Es cruzar mi amor por lo literario, por la escritura, el sueño de que algún día sea escritora; porque no digo que sea escritora, estoy aprendiendo literatura, con lo otro que yo hago contra el tráfico de personas.
Te soy honesta, cuando vi los 200 ejemplares de la primera edición, me pregunté ¿qué vamos a hacer con estos libros? Y me pasó que vino un señor de la esquina que, en su vida leyó algo, compró el primer ejemplar y cuando vino al otro día me dijo: “¡Me emocionó el libro!” Cuando eso pasó, “bueno”, me dije, “a lo mejor alguien se anima a leerlo.”
Te digo que los medios de Villa María, sobre todo los dos medios gráficos más importantes, colaboraron muchísimo, porque sin el empuje y el esfuerzo de los medios, no sé si el libro hubiese sido conocido. Después mucho el boca en boca.
—¿Quiénes son los lectores de “Buscando a Ana”?
—Fijate lo que me pasó, en el primer capítulo tiene poco diálogo, porque para ponerle más tenía que utilizar un lenguaje que es muy difícil, que son expresiones de la noche. ¿Cómo hacer para utilizar los términos que se utilizan y no caer en el morbo? Un lenguaje que yo me lo conozco de memoria, pero que no sé como iba a caer; además le pedía a Dios que lo leyeran los adolescentes. Entonces saqué algunos diálogos. Hay muchas cosas que no están dichas, que el adulto lo puede encontrar, lo puede reescribir y que, a lo mejor, para los adolescentes pasa, porque mis hijos lo han estado leyendo y ellos no han visto lo que hay detrás de esas cosas. Yo quería que lo pudiera leer un adulto, pero que también lo pueda leer un adolescente.
—¿De qué manera trabajás los textos? Cuando hablamos por teléfono me comentabas que escribías hasta las dos o tres de la mañana…
—Me significa mucho sacrificio, me tiene que gustar mucho, si no no lo haría; más allá de la promesa que tengo hecha. Yo lo atribuyo al don de la hiperactividad, cuando yo era niña un maestra rural le dijo a mi abuela que me mandaran a una escuela especial porque era hiperactiva, y mi abuela decía que su nieta iba a aprender. A ella le debo que a la luz de la vela me hacía leer textos, y textos, y textos… y me hacía escribir. Yo empecé a escribir poesía a los ocho años y hace seis he dejado de hacerlo. Cuando empecé a escribir novelas, dejé de escribir cuentos y poesías. Fue una manera de hacer terapia, para no tomar medicación con el tema de la hiperactividad, que es un tema muy difícil porque uno lucha mucho por concentrarse, entonces a la noche aprovecho dos horitas para hacerlo mientras Omar (su marido) está trabajando. Siempre tengo dos novelitas empezadas.
Primero escribo en un cuaderno, después miro si lo paso a otro cuaderno o a la computadora, que es doble sacrificio, porque ella no me quiere y yo no la quiero a ella.
—¿Lees literatura de la ciudad?
—Leo mucho lo local, yo quiero mucho a Villa María y Villa Nueva, vine acá hace 20 años con una mano atrás y una adelante y me dieron todas las oportunidades, no me las gané, eso es mentira, eso dice la teoría capitalista; no podemos vivir solos, no podemos crecer solos, lo hacemos en comunidad. Leo a Fabiana León, Marcelo Dughetti, Cristina Pablos, Luis Luján, todo lo que sale en la ciudad trato de leerlo… Para mi segundo libro ya hay una propuesta de una editorial de Córdoba, pero yo sigo insistiendo con publicar primero acá, porque yo vivo acá, y vivo del comercio y de la gente de acá. Le debo mucho a Villa María y Villa Nueva, entonces tengo un compromiso.
—La temática que abordás también atrae al lector potencial, ¿no es así?
—Es un tema muy doloroso, pero no es que desde acá voy, investigo; convivo con esto, entonces el dolor de estas persona, el sufrimiento lo vivo a diario, porque salgo con mi familia más de una vez por una emergencia, por alguien que intentó suicidarse, entonces… no quiero pasar a lo morboso para vender un libro, ¡jamás!; si puedo hacer la difusión del libro con el respeto con el que se tiene que hacer, entonces sí.
El libro está reescrito, porque mi marido me lo borró completito, se dio ese lujo; yo creo que si no nos separamos allí no nos separamos más (risas). Nunca me voy a olvidar que en la gala del José Ingenieros le dije a Fabiana León, “¡me borró la novela Fabiana! ¡Me la borró!” Y a Fabiana se le caían las lágrimas. “¿Y qué vas a hacer?”, me dijo. “No sé (le contesté) pero ya tengo la promesa hecha…”. Así que me pasé todas las noches de diciembre rearmándola, tenía borradores pero mi problema es con la máquina, que me cuesta mucho.
El mayor premio que puede tener un pintor es que alguien vea su cuadro, lo mire, no importa si después le va a gustar o no; en el caso del escritor es lo mismo, que lo lea. Después me pueden decir que hay una comparación que no está bien hecha, que hay una coma mal puesta o que no les gustó la historia y yo lo acepto todo. Me dio mucho placer que la gente lo lea, esto por un lado. Por el otro, a nivel trata de personas, es la mejor manera que hemos encontrado de promocionar el tema. Porque en varias oportunidades dije lo que hago y como que lo tomaron en burla, nunca dijeron “¡qué bueno lo que hacés!”, al contrario, más de uno dijo que me dedicara a otra cosa. Una vez llegué llorando a casa y le conté a mi amigo Alejandro López, quien hizo el prólogo y que colabora mucho, que alguien me dijo que para qué hacía eso si lográs sacar a una mujer de la noche y entran 10. Entonces él me contó que había un nene juntando ostras en la arena que el mar arrojaba a la playa, él las juntaba y las arrojaba al mar; entonces una señora mayor le dijo al nene: “Pero ¿para qué lo hacés nene si mirá la cantidad que se mueren?”, y el niño respondió: “Por qué no le pregunta a esas que han vuelto?”... en esto pasa así. Aunque sea una, porque son personas, esto no es estadística. El trabajo ayuda mucho, porque cuando alguien consigue otro trabajo puede salir, entonces es cuestión de buscarle la vuelta.
—Tomé del libro algunas palabras que sintetizaban la novela: violencia, drogas, prostitución, miedos, silencios, desgano, inercia, rutina angustiante de la búsqueda…
—Es terrible. Ha venido gente a casa que está buscando, que sabe que alguna hija anduvo por Villa María y mi mamá que suele estar me dice siempre: “Como madre que ha perdido un hijo te lo digo, prefiero tenerla en el cementerio. Prefiero llevar una flor domingo de por medio, a no vivir el calvario de la búsqueda”. Porque no es la única mujer que he conocido que busca, sucede que cada vez las trasladan más rápido. Yo respeto el tema de prostitución, si vos querés trabajar en prostitución es tu historia; pero yo me refiero a la otra prostitución, a la que entraste a los 14 años, a la que te está mandando algún familiar o que te raptaron para trabajar.
—Sucede que no sólo es prostitución, es violencia, desaparecer, la cercana posibilidad de la muerte…
—Todo. Es un trabajo muy fino el que hacen para que vos pierdas la identidad, porque los palos, el aislamiento, las pastillas que te dan, el alcohol, la cantidad de horas y días que estás parada, entonces no sabés quién sos ni dónde estás. Esta mujer no pudo más después; no siempre logra uno reconstruir su vida, su identidad, la han destruido tanto como ser humano... Yo siempre les digo a las chicas en las charlas: “Imaginate, te encierran en una habitación, pero vos no podés salir afuera”. Te hacen hacer las cosas más abominables, después empiezan las luchas interiores, las culpas, el dolor físico, el dolor espiritual que no te lo sana nadie y pasa el tiempo. Mirá Gran Hermano, estaban encerrados con todo, y sin embargo van perdiendo nociones de tiempo y espacio; imaginate alguien sometido a todo tipo de flagelos. Yo nunca conocí a una mujer de 40 ó 45 años que salga de la prostitución y que tenga algo, sólo puesto; destruida como persona y materialmente nada. También ahora me parece que los medios han instalado el tema, eso es bueno.
—Repetís muy seguido que no te considerás una escritora, ¿cuándo crees que alguien pasa de ser alguien que escribe a ser un escritor?
—El escritor escribe para inmortalizarse y para huir de la muerte, yo estoy convencida de eso, de alguna manera se inmortaliza. Una vez escuchaba a una escritora francesa, que decía que hay una diferencia entre el que escribe y entre el que quiere ser escritor. ¿Por qué digo que quiero ser escritora? Porque siento que todavía me falta tanto, porque leo a los otros y digo qué fantástico lo que hacen. No me puedo ver a mí misma, pero a lo mejor no está mal eso, porque hace que no me la crea y que siga la búsqueda en los interiores míos a ver qué puedo sacar de bueno; no me transformo en una meseta. Yo adoraba a Isabel Allende, pero me pasó con el último libro que sentí un cambio, está más americanizada, no es la misma… yo digo, ¿se habrá creído ser escritora? A García Márquez nunca le pasó eso, porque nunca se la creyó. No sé, capaz que el día que me considere escritora, deje de escribir. Subo la montaña por un caminito, hay partes que hay más piedras y espinillos, hay partes donde puedo ir más rápido; pero sigo subiendo y mientras suba la montaña a lo mejor puedo hacer algo que a los demás le sirva o les guste.
Hay que tener esa capacidad de detenerse y mirar a los costados y para atrás, yo puedo ver si sigo por ese camino o no, o tomo un atajo.
—Es un buen consejo el que acabás de mencionar.
—Hoy en día el mundo te dice que las relaciones son de consumo, que todo lo que hagas tiene que tener un fin, ¡mentira! Todo es una gran mentira. Buscá algo que te haga sentir bien, buscá algo que te alimente el alma porque sino estás listo, más en la sociedad de hoy que es una suma de soledades, no vivimos en una comunidad. No nos animamos a armar vínculos. Uno cree que se resguarda sino hace vínculos; ¡vivir no puede tener sentido porque tengas un trabajo!… Tenés que poder algo más. Mi abuela decía que la vida hay que merecerla. Siempre digo que con el hecho de poder tener mis hijos, mi marido, poder escribir, trabajar de lo que me gusta… yo creo que con eso soy millonaria; todo lo demás son pavadas.
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