El público seguidor de La Vela Puerca es, a priori, cándido. "Buena gente", dirían las doñas. Impone su ritual de acompañamiento sin gestos de violencia, mientras se sumerge en la celebración del acontecer festivo. El mentado pogo es más bien un código de cofradía y hasta los cánticos de aliento omiten la característica puteada de tribuna para coronar con la tierna frase "La Vela de mi corazón".
Así se manifestaron las más de 650 personas (una mayoría de jóvenes veinteañeros) que conformaron la audiencia el viernes por la noche en El Varieté del Angel, convirtiéndose en el show más populoso desde su inauguración. Con una impecable puesta de luces (cerca de 20 tachos fijos y móviles) y de sonido -Mellano estrenó torres colgantes- se desarrolló el show durante casi dos horas, con pocas palabras intercambiadas por parte del numeroso conjunto uruguayo.
Sebastián "El Enano" Teysera y Sebastián "Cebolla" Cebreiro capitanearon las voces con su estilo de bajofondo, mientras Carlos Quijano (saxo) y Alejandro Piccone (trompeta) le imprimían ese baño de "bronces" tan particular en el planteo musical de la banda. De principio a fin, desenvolvieron una fuerza motora que disparaba ritmo incandescente, lírica rabiosa y bienpensante y fiesta sin agresividad. Con el repaso de los temas, "El huracán" y el hit "Por la ciudad" del disco Bichos y flores, "Zafar" y "De atar" de A contraluz y el coreado "Frágil" del último y más indagado álbum El impulso, el oyente podía confirmar la lectura reflexiva del grupo. Las letras transitan crónicas de la vida cotidiana con condimentos de denuncia (chequear "Doble filo") hasta elucubraciones introspectivas.
Afuera, en tanto, la lluvia apaciguaba la temperatura que adentro ya se había mermado con litros de cerveza y fernet.

Juan Ramón Seia