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Unidos en la victoria. Los jugadores se juntaron en el centro de la cancha para celebrar después de un partido sufrido |
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Escribe: Juan Manuel Gorno
El corazón y las piernas hirviendo, la mente clara. Eso y mucho más tuvo que imprimir Alumni ayer para ganarle 2-0 a Gimnasia de Mendoza y decirle adiós a la mufa que lo perseguía en Plaza Ocampo.
Así se pudo verificar que el triunfo fue un triunfazo, por cómo se dio el partido, porque el rival tenía las mismas urgencias y porque aquella mano de la cuarta fecha que lo había privado de la punta, en reducto mendocino, era una espina clavada que pedía venganza.
Entonces era lógico que los jugadores de Alumni terminaran la noche abrazados como niños, en el centro de la cancha, para saborear el dulce sabor de una victoria emotiva.
Además, atrás había quedado un encuentro muy disputado, de esos que resultan engorrosos, difíciles de sobrellevar.
Gimnasia, que en la semana se había quedado sin técnico, vino a robar un punto con un sistema ultradefensivo. Y esto siempre significa un problema para Alumni cada vez que juega en las dimensiones chicas de la “Placita”.
Sin embargo, sin ser un derroche de juego, el equipo villamariense supo cómo encontrar los caminos para llegar al arco rival, basado en una búsqueda vertical de sus delanteros, que se mostraron movedizos desde el arranque, mientras los volantes se daban cuenta que la zona media debía ser de tránsito veloz.
A los 11 minutos, entonces, un tiro de Víctor Rena (de mediavuelta) reventó un palo y dejó por sentado que Alumni podía lastimar por diferentes vías, pese a que Gimnasia no soltaba a sus laterales y exhibía una línea de volantes más abocada a la recuperación que a la creación.
No obstante, hubo un llamado de atención a los 21’, cuando Guillermo Alvarez recibió un pelotazo largo y no pudo acomodarse frente a Julio Chiarini para poner una sorpresa en el encuentro.
Para que el “lobo” no sea otro verdugo de afuera, el equipo villamariense debía encontrar tranquilidad con la apertura del marcador. Y cuando vio que no pudo mediante el juego rápido que impuso, lo hizo con el recuso vital de la pelota parada: a los 27’ Walter Estrada mandó un tiro libre al ingreso del área grande y Ariel Quiroga, de espaldas al arco, alcanzó a cambiar la trayectoria del balón, que viajó mansamente hacia la red, pegado al palo derecho del arquero defendido por Gerardo Godoy, que no llegó a desviar.
Con el grito desaforado del volante central, que hilvanó así dos partidos como goleador (había anotado en San Luis), el duelo en la “Placita” fue otro.
Gimnasia tuvo que salir a batallar más adelante y, al mismo tiempo, a generar el juego que le faltaba. Pero Alumni no dejó de orillar el arco contrario (de hecho, el arquero se quedó con un tiro tenue de Rena), más allá que la visita terminó más decidido el primer tiempo.
A pelear
En el inicio del complemento el equipo mendocino quiso mostrar sus garras, metió como nunca y aceleró en los metros finales, casi siempre guiado por Silvio Prieto, el autor de aquella mano fatal de la cuarta fecha.
Un cabezazo por arriba del travesaño, a los 6’, y un centro milimétrico para Guillermo Alvarez, el otro atacante, fue lo mejor del ex Desamparados en ese arranque de la etapa.
Allí tuvo que comenzar a trabajar Julio Chiarini, con mayor asiduidad, primero para atrapar dos veces tras un frentazo de Alvarez y después para quedarse con un remate violento, previo manotazo desesperado que provocó que la pelota pegara en el poste superior.
Por entonces Alumni la peleaba y, encima, debía resignar a Quiroga (salió lesionado) en la gran batalla por la pelota que se escribía en el mediocampo.
Las fricciones, las guapeadas y las quejas fueron una constante en ese complemento que se tornaba áspero. Pero Magistretti buscó otra cosa con el ingreso de Matías Fernández y acertó.
Es que el habilidoso 16 no sólo peleó, sino también la pidió para ser desequilibrante de contragolpe. Y cuando el partido moría sorprendió con una maniobra que derivó en el penal.
Rena, con un tiro fuerte y a la derecha del arquero, colocó el 2-0 después de algunas escaramuzas previas que habían provocado la expulsión de Diego Villagra.
Después no hubo tiempo para más. Sólo se escuchó un grito de gloria desde las tribunas, un grito deseado, muy esperado, un grito de desahogo y de venganza, un grito feliz.
Las figuras
José Figueroa y Fernando José fueron impasables en una defensa sólida que Alumni tuvo para aguantar el segundo tiempo. En el primero se destacaron Quiroga, Estrada y los delanteros.
El árbitro
El paranaense David Bresler no influyó en el resultado, pero se acordó tarde de mostrar tarjetas y colaboró al juego brusco. En el penal, nada para discutir, aunque dejó pasar todos los empujones en el área tras cada córner, como es costumbre en muchos árbitros.
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