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Carlitos Páez da alrededor de 100 conferencias al año para contar cómo la esperanza permite descubrir lo mejor de cada uno |
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Casi como una prolongación de su nombre, Carlitos Páez es presentado siempre como “un sobreviviente de los Andes”.
Superó sus miedos y hoy gran parte de su vida transcurre arriba de un avión, dando alrededor de 100 conferencias por año en distintos lugares del mundo.
Ese periplo lo trajo ayer a Villa María, invitado por el Eninder, para disertar sobre “Actitud para salir de la crisis”.
Antes de su charla, dio una conferencia de prensa acompañado por el intendente Eduardo Accastello, en la que resaltó la situación que le tocó vivir al grupo de rugbiers que se dirigía de Uruguay a Chile, cuando el avión se estrelló en plena cordillera de los Andes.
“Eramos personas comunes, que ni conocíamos la nieve, no estábamos preparados, pero descubrimos que podíamos salir adelante en esa situación extraordinaria”, reseñó.
Tenía 18 años cuando ocurrió el accidente. Provenía de una familia acomodada y “todavía tenía niñera”. “De pronto, me encontré en medio de la cordillera, sin mi mamá, ni mi papá ni mi niñera”, recordó.
El chico que no sabía hacer nada práctico “descubrió que pudo sobrevivir en esa adversidad, soportando 70 días en condiciones extremas”.
Cuando se lo consultó sobre el mecanismo para afrontar esa crisis en particular, Páez -hijo del reconocido artista plástico Carlos Páez Vilaró- dijo que “no hay una lógica, sino un mecanismo de esperanza”. “Por ejemplo, yo soy el que salí en las fotos sin camisa, porque quería volver a Punta del Este bronceado. Unos pueden decir que fue un acto de frivolidad, pero lo cierto es que fue un acto de esperanza.”
“Si no, cómo se explica -continúo razonando- que 35 años después, la National Geographic hiciera el mismo recorrido que el de los dos compañeros hasta encontrar ayuda, y tardaron el mismo tiempo. Y eso que lo hicieron con equipos adecuados y los nuestros fueron con zapatillas de rugby y pantalones de jean.”
Siempre en grupo
Páez destacó el valor de actuar en grupo. “Hasta el pesimista aportaba algo, porque nos hacía poner los pies sobre la tierra o porque nos reforzaba el optimismo al resto”, dijo.
Desmitificó que la posibilidad de sobrevivir fue gracias a la condición de deportistas de la mayoría de los ocupantes del avión “porque de los 16 sobrevivientes, sólo cinco eran del equipo”. “No estoy en contra del deporte, estoy diciendo que lo que nos mantuvo fue la esperanza”, aclaró.
Lo peor y lo mejor
Al ser consultado sobre lo peor y lo mejor que le tocó vivir en los Andes, no dudó en contestar: “El peor momento fue cuando vino la avalancha, porque sentimos que Dios nos había dado la espalda”. Esa avalancha se produjo 16 días después del accidente e hizo que murieran ocho ocupantes.
“Y el mejor momento fue cuando llegaron los helicópteros. Cuando veo la película o lo cuento, todavía hoy se me pone la piel de gallina”, señaló.
En la actualidad, los sobrevivientes hacen una misa cada 13 de octubre para recordar a los muertos que quedaron en la cordillera y cada 22 de diciembre, día en que fueron rescatados, se reúnen para celebrar la vida.
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