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Antoliano Rojas aportó tangos de Salgán, Troilo, Piazzolla, entre otros, mientras Ingrid Pelicori recitó los poemas y relatos de Borges sobre su amada Buenos Aires |
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“La ciudad que yo creía que era mi pasado, es mi porvenir, mi presente.”
Imagínese que está soñando y que desde algún rincón Borges le susurra versos sobre Buenos Aires, el tango, el malevaje, el Sur, hombres de puñal ensangrentado, emblemas de la nostalgia y la fantasía literaria del siglo pasado, traducidos en la voz de una mujer e ilustrados por una guitarra de arrabal.
A través de esos condimentos, la destacada Ingrid Pelicori se sentó a recitar, a decir, a sentir, interpretar y transmitir -oscilando entre la sensibilidad melancólica y la actitud compradita- junto al músico Antoliano Rojas, el viernes pasado en La Panadería.
Ante poco público, el dueto recreó el espectáculo “Borges y el infinito tango” (que en el promedio cuenta con la propia voz grabada del escritor), donde se rescata el profundo romance del creador de “El Aleph” con los barrios porteños y su historia. Es cierto que la densidad simbólica de los textos y la extensión del recital requieren de una alta cuota de atención, pero el espectador se puede deleitar con metáforas sobre la idiosincrasia bonaerense o, por ejemplo, con una capciosa descripción del juego del truco.
J.R.S.
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