Anoche se presentó en el auditorio del Rectorado de la UNVM, el destacado compositor, docente y guitarrista Juan Falú.
Munido de su repertorio de música popular, interpretado desde sus estilizados arreglos propios, pudo imprimir un abordaje sensible y particular de distintas sonoridades regionales.
El premiado artista (cuenta con dos Clarín, un Gardel y un Premio Nacional de Música), director del festival Guitarras del Mundo y asiduo visitante de eventos desarrollados en América, Europa y Asia, respondió a algunas preguntas que le acercara EL DIARIO horas antes del recital y de un taller previsto con alumnos universitarios.
A propósito de tus diferentes visitas en el exterior, ¿pudiste comprobar el estatus de la música popular argentina más allá del "tango export"?
Es el estatus que le confiere el propio artista, pues en realidad no hay una clara identificación de nuestro folclore, más allá de algunas obras reconocidas. Pero que gusta, no hay dudas, sobre todo cuando escuchan milongas, zambas y vidalas.

Aquí, todos los años, se realiza el Festival Nacional de Peñas, que con el tiempo se ha virado a una propuesta multigéneros. Para el artista folclórico ¿es una plaza importante? Por otra parte, ¿Cosquín sigue siendo el faro más relevante del circuito?
No conozco por dentro el Festival de Peñas, así que prefiero no opinar. Cosquín es realmente importante, pues ya se ha transformado en un foro cultural, más allá de lo que ocurra en el escenario.

A pesar de realizar un repertorio popular, ¿creés que tu propuesta está más cercana a un gusto de público más adiestrado o a un público más general?
Mi desafío es llegar a todo público, pero me alienta más llegar a los sectores populares, pues es todo un placer hacer música que está en la memoria del pueblo y que sea aceptada aún con los matices que uno le imprime.

¿Creés que las nuevas generaciones revisan a los grandes hacedores del folclore argentino o se introducen sólo en las corrientes actuales de moda? ¿Qué nuevos artistas rescatás?
Hay movimientos en ambas direcciones. Por parte de los músicos más sensibles con la huella de los referentes históricos, hay un gran respeto y una garantía de que esa huella sigue con nuevos surcos. Carlos Aguirre, Juan Quintero, Lucho Hoyos, Carlos Moscardini, son nombres fundamentales, de una larga lista.

Muchas figuras emergentes hablan de las dificultades para la difusión y comercialización de sus proyectos. ¿Ese panorama también contempla a personalidades como vos, por ejemplo?
Sí, me afecta, pero a la larga hice un camino que se ensancha con el tiempo. Creo que pude sobrevivir sin necesidad de depender de esa difusión. Para mí es uno de los mayores logros de mi vida artística.

No todos conocen tu costado militante, desarrollado en los años setenta en Brasil. ¿Cuánto de aquella mística se trasladó a tu música?
Mi militancia se desarrolló en Argentina y por eso tuve que irme a Brasil exiliado.
Siempre la vida de uno impregna a la música que se compone y al modo de interpretarla. No tengo el canto y la letra para expresar aquellas vivencias de un modo más explícito, pero hay formas sutiles de expresión que se revelan desde la guitarra, desde el sonido, desde el modo de componer. La guitarra puede protestar y llorar también.

A muchos referentes, en especial, del folclore se les exige un "compromiso social", con sus comunidades de origen. ¿Acordás con ese requisito?
Las exigencias a veces son producto de un estereotipo y eso es peligroso porque puede conducir a “jugar un rol”, como si estuviésemos obligados a ser siempre populares, progresistas y revolucionarios. La postura puede expresar más un compromiso con la imagen que con la conciencia. Cada cual sabe quién es y el que observa debe hacerse cargo de lo que ve.