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A la espera. Morelatto dialoga con el asistente Carlos Boccolini (en el centro), en el vestuario de los árbitros |
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Escribe: Juan Manuel Gorno (De nuestra Redacción)
Hoy debía aparecer en esta página una crónica de partido especial, de duelo fundamental, de clásico, pero la improlijidad de quienes manejan el fútbol desde los escritorios de Buenos Aires modificó todo y dejó ayer a mucha gente decepcionada en Plaza Ocampo, no precisamente por un resultado deportivo.
De manera increíble (aunque todos sabemos cómo somos los argentinos), Alumni - Racing se suspendió porque no llegó el árbitro principal del encuentro, el tucumano Ariel Montero y porque los directivos del visitante se negaron a jugar con un asistente villamariense, en este caso Diego Gallo, árbitro nacional que apareció de última.
La suspensión fue una vergüenza. Estuvo mechada por indecisiones, pero siempre merodeó el ambiente en la “Placita”, donde los hinchas de los dos equipos no alcanzaron a ingresar, pero estuvieron desde temprano en sus inmediaciones.
Alrededor de 130 efectivos policiales estuvieron abocados casi desde las 8.20 de la mañana al operativo y, con la suspensión del encuentro, cerca de las 11, un buen grueso de simpatizantes de Racing apenas pudo llegar hasta el ingreso a la ciudad, donde la Policía tuvo que detener su marcha e informar sobre lo sucedido para que retorne a Córdoba.
No obstante, más temprano, el mayor hermetismo se dio en el estadio municipal, donde se presentaron los árbitros asistentes, pero no así el tucumano Ariel Montero, quien fue designado en la semana para reemplazar al santafesino César Walker.
En ese sentido, en la semana ya hubo un grosero error del Colegio de árbitros del Consejo, que había designado a Walker y tuvo que cambiarlo porque este había pitado en el último partido de Alumni, jugado en Salta.
De todas maneras, mientras toda la prensa se enteró que venía Montero, quien nunca recibió la información oficial fue el propio árbitro, que tal vez estuvo tranquilamente durmiendo en su casa de Tucumán.
Tampoco apareció la producción de América 24, que cambió de planes en las últimas horas y resolvió televisar otro partido del Argentino A.
A todo esto, en los vestuarios de Plaza Ocampo, los asistentes Carlos Boccolini, de Río Cuarto, y Eduardo Lucero, de San Jorge, esperaban a Walker, tal como finalmente reconoció el primero.
Precisamente, Boccolini pasó a ser el primer protagonista de la historia cuando, ante la ausencia del juez principal, se convirtió en un potable reemplazante para conducir el encuentro.
En esos momentos apareció Gallo, árbitro nacional, para ser una suerte de improvisado segundo asistente. Entonces la dirigencia de Racing se negó.
“Nos jugamos cosas importantes y no queremos a un árbitro de Villa María”, indicaron algunos directivos, mientras esperaban la llegada del presidente de la “Academia”, Antonio Ruiz. Su par de Alumni, Guillermo Morelatto, entendía la decisión, pero insistía en jugar “por respeto a la gente”.
“A nosotros nos cuesta mucho organizar este partido y suspenderlo sería muy perjudicial”, comentó Morelatto, a la vez que el dirigente Eduardo Rodríguez (hijo) se quejaba porque “en la era de las comunicaciones, a Montero ni siquiera le llegó un mail donde se le informara que tenía que venir a dirigir”.
Incertidumbre
Con el correr de los minutos y mientras Racing se negaba, muchos hinchas comenzaron a retirarse del estadio.
Un numeroso grupo de simpatizantes de Racing resistió en la puerta porque vio llegar a Gallo y creyó que se trataba de Montero.
Desde ese sector de la parcialidad cordobesa salieron algunos proyectiles, uno de los cuales impactó en un efectivo. Sin embargo, con paciencia, la Policía no quiso reprimir y siguió el operativo al pie de la letra, separando a los hinchas de ambos equipos con vallados sobre la calle Amadeo Sabattini, en casi media cuadra de distancia.
Los seguidores de Alumni, en tanto, seguían por radio las idas y vueltas que se daban dentro del estadio.
Cerca de las 11 (hora pautada para el inicio del partido), el presidente de Racing recibió un llamado desde el Consejo Federal donde, precisamente, le “aconsejaron” jugar, basándose en el reglamento que indica que, en caso de ausencia del árbitro principal, el primer asistente designado será el encargado de dirigir.
En consecuencia, Boccolini pasó a ser una especie de “Julio Cobos” de la jornada, pero ni bien Antonio Ruiz se acercó para aceptar que se juegue el partido, el riocuartense informó que había redactado el acta de suspensión y el jefe del operativo, Luis Gerlino, le informaba que ya no se podía brindar la seguridad.
El acta fue refrendada por los capitanes de ambos equipos y, posteriormente, los dirigentes tuvieron que lamentarse por todo lo que se perdió. De hecho, en Alumni había un marcado optimismo por la gente que se había acercado al estadio. Y en Racing toda la bronca pasó por los gastos de concentración y viaje.
¿Y ahora?
Todo indica que el acta de suspensión pasará a manos del Tribunal de Disciplina y, por la negativa de los dirigentes de Córdoba, será Racing el mayor perjudicado (podría perder los puntos).
Otra opción es que los dirigentes de la “Academia” tengan la posibilidad de efectuar un descargo y que el partido se reprograme para esta semana, aunque sería difícil porque el Tribunal se reunirá recién mañana.
De todas maneras, desde el Consejo Federal tomaron conocimiento del asunto, aunque sólo se ocupó permanentemente del caso el presidente de la Federación Cordobesa, Darío Ranco. El resto, los “inteligentes” de Buenos Aires, los hermanos de calle de “Don Julio”, esos que manejan todo desde los escritorios porque alguna vez fueron dirigentes de Arsenal de Sarandí, brillaron por su ausencia y quizás, al final del campeonato, tengan la caradurez de expresar que “el torneo fue un éxito”, aunque muchos clubes paguen los platos rotos de su inoperancia.
¿Que pasó?
• Ariel Montero, el árbitro, no llegó a la ciudad y desde temprano se pensó en la suspensión.
• Racing se negó a jugar con Diego Gallo como asistente.
• La Policía no quiso dar seguridad si el partido se reprogramaba para la tarde.
• Por un momento alguien pensó en hablar con Héctor Baldassi, quien venía a La Palestina para dirigir en la Liga Villamariense, pero sólo fue una idea que desapareció rápido.
• Carlos Boccolini, el primer asistente, dijo que esperaba a César Walker como juez. Luego redactó el acta de suspensión.
• Mucha gente esperó afuera del estadio y las puertas permanecieron cerradas.
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