La Policía Judicial cordobesa informó el martes último que el 5% de los delitos cometidos en la provincia de Córdoba tiene por responsables a menores de edad.
Responsable, es una manera de decir. ¿Qué menor de 10, 12, 14 años es totalmente responsable de sus actos? ¿No es producto o consecuencia de?... De su hábitat y condiciones de vida, de su entorno social y familiar, de la educación, etcétera, etcétera.
Nos rasgamos las vestiduras por los delincuentes juveniles, que actúan en el 5% de los hechos, ¿y por el otro 95%, quién se preocupa? ¿Quién se ocupa de los que vacían empresas, municipios, provincias o venden el país, funden obras sociales, gremios, los que roban votos y elecciones? ¿O no son tan peligrosos?
El análisis “blumbergista” se repite, nos asombramos de las consecuencias, pero no de las causas; pasamos caminando por las calles donde duermen niños, donde trabajan niños, donde mendigan niños, sin inmutarnos.
Son niños a quien nadie lleva de la mano, niños que saben que sus vidas no valen un voto, por lo tanto no vale la pena tomarse el trabajo de brindarles lo que constitucionalmente les corresponde: educación, salud, vivienda digna, futuro -sí, futuro y presente que merezca la pena vivirlo, que valga mucho más que un paco o un revólver-.
Las responsabilidades son compartidas por todos los actores de la sociedad, los gobernantes (intendentes, gobernadores, presidentes), los educadores, miembros de las iglesias, jueces, jueces de menores, esos magistrados que algunas veces deciden enviarlos a institutos de minoridad donde en muchos casos comprobados fueron abusados, violados y preparados para delinquir, sin que nadie controle la permanencia ni la supervivencia de esos niños, que después salen a las calles como pájaros alocados, sin saber otra cosa que el poder está en el dinero y las armas.
Reflexionemos, sincera y profundamente, para asumir y responsabilizarnos, cada uno en el rol que le competa, y veamos que la imputabilidad no debe responder a la edad, sino a los responsables de la vida de ese niño, del que nace sin más culpa que la de ser pobre.
Por suerte existieron y existen poetas, que tienen la mágica manera de sintetizar y llorar en versos la realidad que nos lacera el alma. Por eso, a modo de reflexión, analicemos sobre lo que escribiera un niño pobre, que nació hace 80 años en Mendoza; un niño que llegó a ser hombre, pero nunca olvidó el dolor de crecer en la calle. Esos versos, dolor escrito y cantado, de Armando Tejada Gómez, podrían ocupar un lugar en la enseñanza educativa, un proyecto político o bien ser un himno de lucha. Y dicen:

A esta hora exactamente/ hay un niño en la calle...

Sólo si somos capaces de hacernos cargo del desarrollo de la infancia, podremos crecer y creer en un presente y un futuro digno, esperanzador, equitativo para el país y para todos los niños que son inexorablemente el espejo del futuro de la Patria.
Sólo si nos responsabilizamos en imputar a los autores materiales e intelectuales de la pobreza, del abandono, de la inercia y de la ineptitud asistida y acompañada por muchas voces y pocos ojos para mirar la realidad, sólo preocupándonos en contener y asistir a esos niños que el mediatismo electoral y los medios masivos de comunicación -con cero análisis- pretenden imputar cada vez con menos años de edad, podremos revertir el delito juvenil, teniendo claro que si no lo hacemos, nuestro futuro como sociedad y como pueblo, ya está condenado, y será exactamente como el de un niño solo, en la calle...

Vilma Perrachione


HAY UN NIÑO EN LA CALLE

A esta hora exactamente/hay un niño en la calle
Es honra de los hombres/proteger lo que crece
Cuidar que no haya infancia/dispersa por las calles
Evitar que naufrague su corazón de barco/
su increíble aventura de pan y chocolate
poniéndole una estrella en el sitio del hambre.
De otro modo es inútil/de otro modo es absurdo
ensayar en la tierra la alegría y el canto/
Porque de nada vale
si hay un niño en la calle
No debe andar el mundo con el amor descalzo/
enarbolando un diario como un ala en la mano
trepándose a los trenes canjeándonos la risa/
golpeándonos el pecho con un ala cansada
No debe andar la vida recién nacida a precio/
la niñez arriesgada a una estrecha ganancia
Porque entonces las manos son inútiles fardos/
y el corazón apenas una mala palabra
Pobre del que ha olvidado/que hay un niño en la calle
Que hay millones de niños que viven en la calle/
Y multitud de niños que crecen en la calle
Yo los veo apretando su corazón pequeño/
mirándonos a todos con fábulas en los ojos
Un relámpago trunco les cruza la mirada/
porque nadie protege esa vida que crece
Y el amor se ha perdido/
como un niño en la calle...