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Es importante saber explicar, con calma y autoridad serena, cuándo y por qué el “no” es “no” |
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Quiero esa pelota. ¡Esaaaa! ¡No quiero ésta, no me gusta! ¡Maloooo!"
Y papá dice "¡Te dije que noooo! ¿Cuántas veces te lo tengo que repetir?", etcétera.
Y a no contradecirlos, salvo que no los escuchen porque se colocaron tapones en los oídos, o porque han tomado un curso rápido de meditación y estén dispuestos a disculparse ante la gente que pasa y mira, con actitud entre resignada y autosuficiente: “Sí, mi hijo es un poco caprichoso pero la última palabra la tengo yo”. Aunque en realidad el último grito lo tiene el niño.
Los berrinches o rabietas pueden incluir desde gritos hasta pataletas. Es verdad que estas conductas son normales en una etapa de la vida, en especial hacia los dos años (y que a veces se extiende hasta los cuatro años) cuando el niño utiliza sólo el “no” (especialmente, marcando con seguridad el querer posicionarse y diferenciarse de los adultos y de lo que ellos solicitan), comienza a separarse de la mamá en busca de su propia independencia explorando sus posibilidades, aprendió a controlar esfínteres, adquirió un buen dominio motriz, se alimenta de manera independiente, utiliza el lenguaje verbal.
Sin embargo, ante estas situaciones los padres suelen satisfacer todo tipo de demandas, a veces porque no saben qué hacer y otras porque piensan: “Si mi hijo recibe todo lo que quiere, y no se le niega nada, va a ser feliz”.
Las concesiones irrestrictas son más comunes en padres que sufrieron privaciones durante la infancia. Pero es un error.
En realidad es una receta para la frustración y la falta de adaptación a las reglas sociales. Si todo se le concede, todo el tiempo, los berrinches se multiplican. Hay que reflexionar sobre qué cosas estamos haciendo mal antes de cargar contra el berrinche. Es necesario comprender y transmitir que la felicidad no se alcanza mediante la satisfacción inmediata de cualquier deseo. La postergación y la negativa de los padres ayudan a crecer. Es necesario brindar seguridad a nuestros hijos, estableciendo reglas claras, justas y sencillas, sin permitir que la mirada de los demás nos condicione en el momento de afrontar un berrinche. Es importante saber explicar, con calma y autoridad serena, cuándo y por qué el “no” es “no”.
Es una etapa en la que los papás deben acordar entre ellos lo que va a estar permitido o no, para que el niño reciba un mensaje claro y estable. De esta forma, se favorecerán sus futuras integraciones sociales a partir de una progresiva madurez afectiva: ingresar al jardín, ir a cumpleaños, quedarse a dormir de los abuelos, concurrir al supermercado, salir a cenar, ante el nacimiento de un hermano, etcétera.
“El amor, la comprensión, el respeto, la ternura y las palabras pronunciadas con cariño nunca dejarán de ser elementos claves e indispensables para hacer de la aventura de ser padres una de las mejores experiencias en la vida y para la vida.”
Servicio de Educación Temprana
Instituto Especial “Del Rosario”
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