Escribe: Juan Manuel Gorno

Miles de argumentos aparecen en el fútbol cuando cada uno quiere defender su postura. Y es lógico.
Este juego no es un simple deporte popular. En Argentina es una parte importante de vida, un espectáculo para algunos, un desahogo para otros y una necesidad para muchos. Por eso todos creen que tienen razón y, aunque piensen distinto, tal vez alcancen a defender una verdad irrefutable, aún conscientes que Dante Panzeri dejó sellado que el fútbol es la dinámica de lo impensado.
De ahí que, en este tiempo de balance pos Argentino A, hay quienes se queden con lo bueno y otros con lo malo de la participación de Alumni.
Aquí tan sólo podemos aportar algunos datos para aumentar la discusión, siempre y cuando sirvan para el crecimiento.

@Lo bueno

Esta vez cumplió. Más allá que muchos deseaban clasificar, Alumni finalmente cumplió con el objetivo deportivo que se trazó luego de la floja campaña anterior: mejorar la imagen y no sufrir más en la pelea de abajo, aunque sea para mantenerse en mitad de tabla y dar un paso adelante comparando el pasado.

Algunos refuerzos. No es fácil hacer olvidar a quienes dejan su sello en el equipo. Y la llegada del arquero Julio Chiarini y el mediocampista César Ariel Quiroga provocaron que pocos se acuerden de lo bien que anduvo Marcelo Berardo y de lo importante que siempre resultó Fernando Guzmán, por citar dos casos relevantes.
Con respecto a lo del “Nano” se dio un caso curioso, ya que mientras se recuperaba de una lesión, su puesto también fue cubierto de manera confiable por Sebastián Godoy, otro buen refuerzo de esta temporada.
El puntano Alexander Lucero, quien todavía tiene mucho más para dar de lo que mejoró, también fue una incorporación interesante.

Los técnicos. Cuando sorpresivamente le dieron puerta a “Pistola” Vázquez -el hombre que había salvado al equipo del descenso- la incógnita estaba planteada en el futuro remplazante. Y la llegada de Mauricio Magistretti fue fructífera desde la modalidad de trabajo y el armado del plantel, ya que el joven DT conocía bien la categoría y se llevó un guiño positivo cuando convenció de traer a Chiarini, por ejemplo, de quien pocos tenían referencias. Además, mal o bien, le dio un estilo al equipo.
El entrenador mendocino luego tomó otros rumbos y dejó un barco a la deriva, pero la decisión de traer a Marcelo Bonetto para tomar el timón también resultó eficaz porque no se trataba de un técnico cualquiera, sino del tipo que venía de grandes campañas con Patria de Formosa y Racing de Córdoba.

Presencia en tribunas. En pocos partidos Plaza Ocampo no contó con buen marco de público. Y éste no es un dato menor tratándose de un Alumni que venía de pelear el descenso y no parecía entusiasmar demasiado.
En cuanto a la gente vale darle premio en cada recibimiento del equipo, colorido y ruidoso, fiel a la categoría.
La deuda pendiente es darse cuenta que desde el aliento también se pueden ganar partidos, como sucede en otros reductos (pregúnteles sino, a los tucumanos).

Al predio. La dirigencia de Alumni siempre destaca la importancia del nuevo predio y esto se puede refrendar con el inicio de las prácticas en el lugar propio, algo que necesitaba desde hace muchos años.
Si bien faltan los vestuarios y mucho más, lo importante es no volver a mendigar por un lugar de trabajo.

@Lo malo

Partidos difíciles. El equipo careció de personalidad para fortalecer sus cualidades en condición de visitante, gran pecado en esto de pelear por algo.
Ni con Magistretti ni con Bonetto, Alumni demostró tener un estilo agresivo fuera de casa (hubo un par de excepciones, en San Luis y Mendoza) y regaló puntos que, a fin de cuentas, lo dejaron relegado en el tramo decisivo.
También cedió en los partidos complicados en Plaza Ocampo, donde no pudo superar a Desamparados y Racing.
La falta de roce en la categoría que tienen muchos jugadores no se ocultó en ese aspecto.

Averiados. Mientras jamás se pudo concretar con permanencia el regreso del central Luciano Ceballos (apenas jugó un par de encuentros), otras lesiones aparecieron en el camino y los damnificados no fueron ignotos: el mediocampista Fernando Guzmán y el delantero Víctor Rena, dos símbolos del hincha, sufrieron pubalgia y se perdieron una gran parte del torneo. Además, el central José Figueroa se enfermó de hepatitis en su mejor momento.

Atraso. Se sabe que son tiempos difíciles y que la crisis general no es ajena a todos los clubes, pero bajo ese contexto, Alumni dejó de lado la imagen de “estar al día” que quería mantener como bandera.
Esta vez, el atraso en los pagos al plantel fue moneda corriente y será un tema a resolver des


de la dirigencia para que los futuros refuerzos vean aquí un lugar confiable y cómodo para jugar.

Flojo recambio. El contraste de la llegada de los refuerzos al inicio fue la incorporación de los jugadores para la segunda parte de la competencia.
Es que, más allá del retorno de Carlos Herrera (muy importante por sus goles), ni Raúl Maldonado ni Jerónimo Vidal fueron lo que debían ser. De hecho, tardaron en alcanzar su plenitud.
Un fiasco fue haber traído a Gastón Carabajal para remplazar a Figueroa en apenas dos partidos.

La difícil transición. Después de mejorar lo pasado, Alumni seguramente no podrá retener a sus figuras, lo que resta para tener una base sólida, sobre todo porque se irían jugadores que forman la columna vertebral (el arquero, el central, el cinco y el centrodelantero).
De ahí en más, entre la columna de "lo bueno" en el futuro tendrá que aparecer el armado del próximo plantel. Sólo así Alumni habrá dado otro paso importante en su camino por el Argentino A, para dejar de ser un protagonista común y corriente y convertirse en un equipo interesante de la categoría, de ésos que esta ciudad, muy particular a la hora del exitismo en el deporte, utiliza para seguir lustrando el orgullo.