Escribe: El peregrino impertinente
Los chinos están quemados. No sé si será por la pólvora o qué, pero están quemados. ¿Qué otra explicación le dan si no a la fiesta que se mandaron el otro día, para la inauguración de los Juegos Olímpicos? ¡Qué cosa impresionante!
Yo ya estaba medio desorbitado con los bailes, las luces, la escenografía y toda la cosa. Pero cuando lo vi al tipo ese elevándose por los cielos y haciendo una especie de caminata lunar en el techo del estadio, me convencí de que los chinos están quemados.
¿Por qué? A ver: ¿a quién se le puede ocurrir y, lo peor de todo, llevar a la práctica semejante acto? Spielberg se debe haber querido sacar los ojos. ¡Qué ET ni Jurasic Park! ¿Volver al futuro? No existe. El Delorean es un maíz pisingallo al lado del chino suicida galopando en las alturas. ¡Qué delirio!
Encima, el mozo iba con la antorcha como si nada, inmutable. Debe haber estado pensando algo como: “Después de este trote de morondanga me voy a preparar un tecito, un arroz y a la cama”. No le importaba nada.
Turista sí, deportista jamás
Ahora, y yendo a lo que nos compete: ¡Qué cosa más linda debe ser ir a unos Juegos Olímpicos! No como deportista, ya que ahí tendrías que entrenar, comer sano, acostarte temprano, cuidarte y todas esas cosas que hacen ellos. Yo digo como turista, con panza, bermuda y cámara de fotos.
¡Y encima en China! Después de presenciar la eliminatoria femenina de arquería te pegás una vuelta por la Gran Muralla, el Templo del Cielo y la Ciudad Prohibida. Pero bueno, será para la próxima.
Por ahora habrá que conformarse con verlo al gordo Bonadeo comentando una carrera de canotaje y esperar alguna repetición de la caminata lunar del tipo ése.
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