Esta carta está dirigida a mi gente, a la comunidad que hace y lee EL DIARIO.
Nunca creí, ni en mis peores pesadillas, que podía vivir una situación tan extrema como la que me tocó, y por la cual mis hijos y yo la peleamos día a día.
Cuando me dijeron que Marco estaba gravemente enfermo, sentí que mi piel se desgarraba de tanto dolor; mi cabeza, mi corazón y todo mi ser colapsaron por la magnitud de tanto sufrimiento.
Pero nunca jamás, mi hijo y yo nos rendimos, porque él es un solcito que Dios me regaló y con sus 11 años me da fuerzas; me enseña cada día a ser mejor persona.
Hemos recorrido un largo camino, ganamos varias batallas y después vino una guerra que quería arrasar con todo, tanto que ni siquiera los médicos nos alentaban.
¿Qué hicimos nosotros? Nos encomendamos a Dios y él, desde su bondad infinita nos escucha y nos abraza a través de todos ustedes.
El nos colocó en este difícil lugar, pero también nos llenó de ángeles que nos ayudan a sobrellevar todo esto, porque, lo crean o no, yo siento que me acariciaba el alma con tanta buena onda que todos me dan.
Les cuento algo: la médula de Marco comenzó a funcionar, está sana, sin blastos (células malas). Es poquito, aún falta un poco más, pero esta inmensa felicidad que sentimos, hoy queremos compartirla, porque ustedes son mi pilar, mis fuerzas.
No se imaginan la sensación que me provoca recibir cada mensaje de ustedes. Tengo para retribuirlos gratitud absoluta.
En mi léxico no encuentro una palabra más grande que ¡GRACIAS! Gracias a todos los que me escriben, que toman un ratito de su tiempo para hacer una oración en nombre de mi hijo. Gracias a los que me ayudan de una u otra manera. Gracias a los médicos, luchadores incansables, para que Marco salga bien de todo esto. ¡GRACIAS!
Marco pronto se va a recuperar y, seguramente, podrá darles un gran abrazo.
¡Nos vemos pronto!

Mary Casas