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20 de Mayo de 2009
Caso Lucrecia - El día después de la sentencia
Testigo del silencio
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Mauro Barrionuevo y Lucrecia Gómez, protagonistas de una historia con demasiadas preguntas sin respuestas, aunque la Justicia haya dado un veredicto concluyente

Escribe: Daniel Rocha
De nuestra Redacción

Inmutable, con la mirada como aturdida por las palabras, Mauro Barrionuevo escuchó el veredicto de la Justicia y ni siquiera atinó a bajar la vista en señal de dolor o resignación.
Nada de nada. Como si quien recibía la condena de 14 años de prisión fuera otro.
Y así, sumergido en un profundo silencio, incomprensible y absurdo -pero silencio al fin- Barrionuevo se llevó a la cárcel un secreto que sólo él sabe por qué guarda tan celosamente desde aquel jueves 4 de octubre de 2007, cuando Lucrecia Gómez fue asesinada de dos balazos.
La Justicia dio su veredicto: culpable. Y aún así, no son pocas las dudas que siguen girando alrededor del caso, sencillamente porque hay cuestiones que no terminan de cerrar; o si lo prefiere, preguntas lógicas que no encuentran respuestas coherentes.
Que quede claro que, a través de este análisis, no se pretende elucubrar hipótesis investigativas que, en su momento, hayan o no evaluado la Policía o el fiscal que instruyó la causa.
Sólo se trata de encontrar una explicación (si es que la hay) a semejante crimen. Y más aún, a lo que aparece como una actitud incomprensible, ilógica, casi infantil: la argumentación de Barrionuevo de que Lucrecia se suicidó, sumada a su estremecedor silencio posterior, incluso después de haber recibido tan duro castigo.
No es descabellado pensar que Mauro decida guardar “su” silencio de por vida, aunque eso le signifique tener que pasar (como mínimo) más de nueve años tras los altos muros y gruesos barrotes de la cárcel de barrio Belgrano.

¿Un tercero en discordia?

Para los jueces de la Cámara del Crimen, Barrionuevo mató a Lucrecia. Los fundamentos para sostener dicha aseveración jurídica se conocerán el 1 de junio y recién entonces se podrá saber en base a qué pruebas los magistrados llegaron a ese veredicto.
De todos modos, es inevitable pensar hoy, a la luz de lo que fue surgiendo en las audiencias del juicio oral, que bien pudo haber intervenido una tercera persona en el hecho que terminó con la vida de la joven. Y que gracias al hermético silencio de Mauro, ese tercero en discordia goza de absoluta impunidad.
Esta posibilidad tuvo cierto asidero en el entorno familiar de la chica asesinada, y hasta se barajó que quien tenía una importante deuda económica (supuestamente por temas de droga) era el acusado y no Lucrecia.
Pero todo eso quedó en el terreno de las especulaciones que jamás se pudieron confirmar, ya que en el expediente no hubo prueba alguna que abonara tal hipótesis.
Sin embargo, insistimos, a nadie escapa que Barrionuevo sabe mucho, pero muchísimo más de lo poco que contó cuando se inició el proceso, y que después calló para siempre.

Sólo preguntas

¿Tal vez Lucrecia vio o se enteró de algo que jamás debía haber sabido? ¿Acaso Mauro aceptó guardar ese sepulcral silencio, acorralado por una amenaza de muerte para sí o sus seres queridos? ¿Qué o quiénes están (si es que hay alguien) detrás de estas conjeturas que siguen sembrando dudas sobre este estremecedor asesinato?
Esas y otras preguntas no menos impactantes se formularon más de una vez a lo largo de este proceso, tanto desde lo periodístico como desde lo jurídico. Pero nunca se obtuvieron respuestas concretas.
A la luz de lo dispuesto por la Justicia, Barrionuevo fue quien mató a Lucrecia, y no era responsabilidad de los magistrados desentrañar el eventual móvil del crimen. En definitiva, lo que debía probarse era si él había sido el autor de los disparos que terminaron con la vida de la joven, y a esa cuestión los camaristas respondieron en forma concluyente.
Por eso, ni bien se conoció el veredicto condenatorio, los familiares de la joven dieron rienda suelta a su angustia con insultos lacerantes: “¡Asesino!”, “¡cobarde!”, “¡cagón!” fueron sólo algunas de las expresiones que, a viva voz y con lágrimas en los ojos, exteriorizaron en la sala de audiencias.

“Un homicidio a traición”

Esta vez fueron los allegados a Lucrecia quienes “dispararon” con gruesa munición oral sobre la sórdida humanidad de Barrionuevo, y tácitamente pareció volver a sonar una lapidaria frase que momentos antes había pronunciado el fiscal Francisco Márquez durante su alegato: “Se trató de un homicidio a traición”.
En efecto, el acusador público afirmó en sus conclusiones que Barrionuevo asesinó a la joven de esa manera atroz, “violentando -añadió- a quien horas antes había estado amando”, en explícita alusión a la relación amorosa que ambos mantenían desde hacía poco tiempo.
La historia oficial es esa. Y sobre esa prueba se condenó al acusado.
No obstante, en la percepción de muchos sigue flotando aquella hipótesis del “tercero en discordia”. Y si en verdad hubo alguien más aquella tarde de octubre en la escena del crimen, sólo Mauro y esa otra persona lo saben.
Mientras tanto, Barrionuevo seguirá siendo testigo de su silencio y carcelero de sus miserias.

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