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24 de Mayo de 2009
Textos para Mario Benedetti
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“La muerte es un síntoma de que hubo vida.”
Mario Benedetti

El domingo es un día especial. Un día en el que nos contentamos por cada nueva aparición de nuestro suplemento, que desde hace más de cinco años los acompaña ininterrumpidamente.
Pero la tarde del domingo pasado se tiñó de tristeza, cuando después de las 18 se conoció que el escritor Mario Benedetti falleció luego de acarrear una larga enfermedad. Uno de los escritores más populares y queridos del Uruguay. Publicó más de 80 libros (poesía, novelas, dramáticos, críticos, cuentos…) de los que muchos se tradujeron a más de 20 idiomas. También estampó su voz en varias oportunidades en CD’s solitarios o a dúo con Daniel Viglietti.
El escritor ripoplatense de grandes obras como “La vecina orilla”, “Quién de nosotros”, “La tregua”, “Te quiero” y una pila impresionante de escritos, fue velado con los honores patrios en uno de los salones del Palacio Legislativo de país hermano.
Para la edición de hoy teníamos planificado ofrecerle otras lecturas, pero motivados por el envío espontáneo de un par de textos que llegaron a nuestra redacción, quisimos dejar que nuestros lectores expresaran sus sentires sobre el astro literario.
Por una parte, un joven estudiante de letras de la UNVM, nos acercó el texto que publicamos en esta edición. Se llama Mauro Guzmán y nos cuenta a manera de experiencia personal lo sucedido con su acercamiento a Mario Benedetti. En archivo adjunto nos hizo llegar su texto que tituló “Artículo de joven que cree en la literatura…”.
Por otra parte, Noelia Stang de Zandrino nos envió su colaboración que reproducimos en esta edición. Para su lectura nos recomendó algunas palabras a manera de sugerencias: pausa, estados de ánimo, señales, arte poética, no te salves, onomástico, te quiero, vamos juntos, por qué cantamos, entre otros.
Esperamos que disfruten de estos textos… de este espacio… que es de ustedes. Hasta el domingo que viene.

@Hombre que mira al cielo que mira al hombre que mira al cielo
(domingo, a eso de las diez de la noche)

Por Mauro Guzmán
eldiariocultura@gmail.com

El jueves andaba buscando “La vecina orilla”. Quería leerla, era de Mario, no sabía en qué libro estaba. La Universidad está rica en ladrillos pero sufre cierta miseria literaria. Hay libros en inglés y en francés que en estos doce años se deben haber pedido tres veces, pero de Benedetti nada. Y ni hablar de Girondo o de libros que fundaron la literatura argentina. En la Medioteca creo que tampoco estaba, así que me crucé en bici hasta la Bernandino Rivadavia. La profe de Metodología me había dicho que allá había joyas (ella entiende que es un verdadero lujo). En efecto, es un lugar austero, con estanterías y libros viejos, treinta y cinco veces menos infraestructura y aparatos tecnológicos que la Nacional y la biblioteca de Accastello (por su vereda -la de la Medioteca- y por el sub-nivel pasan chicos descalzos -subnivel al cuadrado, si pensamos en el subnivel de la pobreza) pero en efecto un lujo. Le pregunté al tipo de la mesa de entrada en la que yacía una solitaria computadora si podía mirar, y dónde estaba “La vecina orilla” de Benedetti. Los libros de Benedetti están acá y acá, me dice. Varias novelas y al fin, ahí brillaba con el oro de polvo terrestre -como la antiquísima mesa sobre la que lo apoyé - el “Benedetti, cuentos completos”. Abrí y busqué hasta que apareció en “Con y sin nostalgia”. Tenía una cita de Onetti (genial, atrevida) antes de vomitar el primer cuento:

“Los hechos
son siempre vacíos,
son recipientes
que tomarán
la forma
del sentimiento
que los llene”.

Vaya advertencia (lección de vida). Del uruguayo al uruguayo y del uruguayo al argentino y del argentino a vos. Sí, escuchaste bien, a vos.
Leí pleno de alegría de tener ese tesoro en mis manos, algunos fragmentos. —¿Ya está cerrando? Sí, me dice. Y que de siete y media a ocho de la noche tienen abierto.
El viernes fui a La Torre a tomar un café con Maxi (lo pagó él, por cierto y por suerte. Después me acerqué un ratito a la mesita de al lado a saludar a Gustavo Borga, que estaba charlando con Fabián Clementi y justo ahí llegó Wielikosielek) y le conté de Benedetti. No podía evitar hablar de él a cualquiera que me diese la excusa más boluda para hacerlo. “La tregua” dice que había leído. ¿Viste cómo se cuestiona sobre Dios? De hecho la tregua se refiere a esa ráfaga de misericordia con forma de secretaria, y de mujer y de amor y cuánto más que Dios le dio a su existencia con Avellaneda. No respondió el Maxi, capaz no se acordaba.
Lo llevé hasta la casa de la Mechi y me fui de mi novia.
El sábado a la tardecita con esa mujer de la que soy fuimos a ver a Superbebeto (el Leo, mi sobrino) un ratito, y lo alcé y lo besé (tiene mi nariz) y lo alzó Flavia también, con sus manos blancas. Después volví a mi casa y mientras mi papá preparaba la pizza enganché el Mp3 a la CPU y lleno de placer me morfé dos cuentos de “Con y sin nostalgias” que tenía grabado en formato Word. Me quedó sonando algo: “Era ridículo, pero además era cierto”. ¡Qué ganas de comprarme el libro, carajo! Pocas veces anhelo tener plata…
Esa noche me acosté retarde (es un placer hablar con mi novia, me siento tan mínimo a su lado). Me acosté retarde y lo recuerdo bien, soñé que entré a una librería que creo que no existe, era bastante singular igual que el tipo que la atiende. Había en muestra libros de autores que no conozco, y en un momento, al final del sueño ya ni había libros, más bien CD’s en cajas de cartón. Creo que me fui, o no, no sé, no me importa. Estoy seguro que en esa vereda y al entrar fue cuando sentí tan cercana la posibilidad de comprarme el “Cuentos completos” ¡Qué placer, qué alegría, qué vértigo, adrenalina y hasta casi una probable repentina peligrosa baja de presión!
Y hoy a la tarde vino mi prima. Estudia ingeniera agrónoma en el Funesil. Me dijo el otro día que de chica escribía. Antes que se vaya saqué “El amor, las mujeres y la vida” (¡gracias Schopenhauer!) y le dije a la prima, mirá leete estos dos (le marqué “Rostro de vos” y “No te salves”) ¿Conocés a Benedetti? Es el de “La tregua” (siempre lo dan en la secundaria). Se destaca por la coherencia entre sus escritos y su vida. Estuvo exiliado por sus ideas. Estaba en contra de las dictaduras. Vivió en Cuba y todo. Además es un tipazo. Eduardo Galeano (el de “Las venas abiertas de América Latina”) dijo que “Benedetti no se cree Benedetti” ¡y eso es genial! Es un autor (creo que está vivo, pero debe estar en las últimas -risas entre yo y mi prima-) que es muy querido por el pueblo, que es muy bueno sin tener que irse por el oscuro limbo elitista de la abstracción y otros mitos en sus conceptos.
Metí el libro en mi bolsito cruzado de todos colores y me fui caminando a lo de Fla. Hablamos con Norma y nos fuimos a matear al centro, en un mini anfiteatro al lado del subnivel que siempre está vacío -a veces van unos skaters-. Me dijo que su padre es un ingeniero práctico, por su destacada capacidad sin estudios terciarios. Como Benedetti, le dije, que sin que los títulos le rompan los bolsillos ni le broten por las orejas y se le escapen de la lengua y de las manos y se le queden pegados ante el mundo por los siglos de los siglos al lado de su apellido, es un buen escritor. Ella asintió y siguió con su padre y lo del congreso de economía.
Volvía a mi casa caminando, ya de noche, algo frío, pensando que mañana me iba a levantar temprano para poner en la vereda un pizarrón con una frase: “Era ridículo, pero además era cierto” y abajo: “Mario Benedetti, en ‘Con y sin nostalgia’”.
Llegué a mi casa y comí salchichas con ensalada de lechuga, tomate y cebolla. Agregué mayonesa y algo de queso mantecoso. Mmm… mi mamá estaba en cama, con tos. Fui a ver cómo seguía, qué necesitaba. Mauro, murió Benedetti, el escritor.
Qué tristeza. Tenía 88 años me dijo. El día que me enteré que estaba vivo, se me murió. Creo que primero supe que murió y unas quince palabras más allá supe que a los 88. Y ayer estaba pensando cómo hacer para conocerlo en persona. El, que tanto nos dio. Hoy muchos escriben, y actúan y pintan y cantan o se hacen floggers por dos pesos, por estar un ratito delante de un extraño que los filma para que otros extraños los vean. Hoy muchos estudian literatura y saben que los hombres escriben libros pero se olvidan que hay libros que escriben a hombres, y los marcan, y prefiguran y delimitan sociedades. Y son causas de fracasos, de gloria, de victorias pragmáticas, y cambian el rumbo de la historia, de la mía, de la tuya, y nunca más vas a poder decir que no leíste esto. Hoy hay muchos que están vivos y no se dan cuenta que se levantan y van a la escuela y estudian lo que un tipo que no conocen en un país que no es el suyo en un idioma que no hablan escribió. Y creen que están aprendiendo. Y los docentes se jactan de formar sujetos democráticos críticos pensantes. Pobres empleados del gobierno (valga que toda regla tiene su excepción). Hoy hay muchos que vienen de la escuela, comen y gracias a una cajita con botones y ventanas se conectan con todo el mundo sin abrazar a nadie, sin el diálogo humano que nos constituye, que nos hace quienes somos.
Hoy hay muchos que van al trabajo, y comen, y vuelven al trabajo, y vuelven a comer, y hacen el amor y se duermen. Y todo cada vez con menos ganas y al final ya ni se puede. Después están viejos y no saben qué hacer con su existencia, pero no les queda otra -creen, dicen.
Hoy hay pocos que dicen: “¡Basta, estoy vivo! ¡Ahora empieza la película!” Mario era uno de ellos, y mi mamá me dijo que se ha muerto por algo de los intestinos. Era ridículo, pero además era cierto.


Posdata: Mario escribió “No te salves”, y creo que no se salvó. Espero que vos tampoco.
¿Yo? Estoy escribiendo esto…


@Pausa... Minuto de silencio por Mario Benedetti

Por Noelia Stang de Zandrino
eldiariocultura@gmail.com

De vez en cuando hay que hacer una pausa... dijiste una vez en “Poemas de Otros”...
Hoy hacemos la pausa y lloramos la verdad de tu partida, pero también cantamos ese puedo tuyo, porque la muerte mata y escucha.
Emprendiste el viaje, pero no nos quedamos inmóviles al borde del camino, porque queremos contar contigo, con tu puedo y nuestro quiero.
Seguir en la lucha y no reservarnos un rincón tranquilo.
Y en este estado de ánimo, hoy nos sentimos pobres colinas, un embarcadero sin embarcaciones... pero serenos en la confianza, confiados en que una tarde te acerques con señales... con sueños… con ensueños y tus manos...
Que golpees y golpees, o por lo menos lo creamos, que nos llamas en este tiempo real, con la vida nuestra y la muerte tuya…
...y entonces preguntará por qué cantamos, CANTAMOS PORQUE APRENDIMOS DE UD. A SER MILITANTES DE LA VIDA, Y PORQUE NO QUEREMOS Y PODEMOS, DEJAR QUE SU CANCIÓN SE HAGA CENIZAS.

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