La charla existió y en ella quizás otros universos se fueron creando. Debería seguramente empezar estas líneas con un “Señor director...”, pero la realidad es que estas frases que van formando este texto es para toda la gente que estuvo presente y para todo EL DIARIO.
Transité algunas de las arterias de la ciudad más conocidas con sensaciones que se iban encontrando dentro mío. Solo, o quizás mejor acompañado que nunca, en fin. Estaba comenzando a finalizar una de mis realidades creadas, ya que yo decidí estar con todo mi ser en esa magnífica charla mucho antes que aquel maravilloso jueves de mayo último.
A la sede de EL DIARIO ya la conocía, había entrado un día antes para hacer una consulta sobre la charla del día siguiente y algunos años atrás para dejar algún que otro clasificado.
La noche del jueves entré nuevamente y me senté (la silla estaba ahí sola, como esperándome), y delante de esta no más de seis filas de cuatro a cinco sillas cada una. Luego me levanté como con timidez para apreciar algunas de las fotos de la muestra y volvía a mi asiento y decidí contar que sacando a los queridos periodistas no éramos más de veinte.
Propusieron una charla de amigos; un ida y vuelta formidable.
Sentía que mucha sangre corría por mis 21 años, cargados desde la ignorancia hasta diferentes conocimientos. Muchas sensaciones por mi cuerpo cuando un grupo, un puñado -no importa cuántos somos- se explayaba haciendo conocer por dentro la estupenda, no espontánea (esta última palabra me quedó muy clara) revolución cordobesa. Revolución.
Fui decidido a escuchar y salí de una sala más hombre. Sólo agradezco saber que se puede, ustedes me lo demostraron. No sólo las tres personas que se sentaron delante (José, Tomás y Soledad), sino todos los que estaban ahí sumando, creando historia.
Los periodistas de EL DIARIO me hicieron sentir que no se querían perder ningún detalle y que querían estar ahí. Fueron parte del público, pudiendo lograr cumplir su cometido a la perfección.
Fue una charla de amigos. Llegaba un individuo y saludaba a todos los presentes. ¡Fantástico!
Yo no, fui a escuchar sin conocer a nadie y sin embargo me fui saludando a todos.
Una vez más, gracias.
Ezequiel Fernández
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