“¿Qué es lo que más le preocupa, directora?” Fue la última pregunta de EL DIARIO a Graciela Olmos, ayer a la mañana en el colegio que dirige, el IPEM 99 de barrio Las Playas. Y la profesional no lo dudó: “La seguridad de mis alumnos y docentes”.
El tema había dominado implícitamente la larga entrevista que Olmos concedió a este matutino en la víspera, en una semana de angustia para el establecimiento educativo, por la reciente muerte de un ex alumno, Pablo Ramírez, quien fue asesinado el jueves 7 a los 17 años.
“Pablo había dejado de estudiar para ir a trabajar. La hermana es alumna excelente de esta escuela. Ayer y hoy (por el lunes y martes) fuimos a la casa de los padres y no entienden la forma violenta en que se terminó una vida tan joven. Están, lógicamente muy mal, muy conmovidos. La mamá se quiere ir del barrio y nos pidió apoyo para su hija”, comentó.
“Su muerte atravesó al colegio de una manera muy particular. Los chicos se sienten muy mal. El viernes, los preceptores venían y me comentaban que los alumnos estaban muy angustiados e impactados, al ver cómo se pierde una vida así (el presunto homicida quedó detenido ayer, ver Policiales). Hablé a la Inspección Regional solicitando asistencia psicológica y me dijeron que la vamos a tener. Pero pido que sea a tiempo, ahora”.
- ¿No existe un gabinete psicopedagógico en el instituto?
- “Sí. Hay una gabinetista que es excelente. Gracias a su arduo trabajo, obtuvimos un repunte: cayó la deserción y se logró contención.”

Sanciones, no

Los problemas de conducta fue uno de los ejes de la nota.
- ¿Se aplican sanciones a los alumnos?
- “Es el último recurso y sólo cuando hay un caso de violencia verbal grave o física. Estamos sumergidos en un proyecto de mediación escolar. Se forman alumnos mediadores y los estudiantes intervienen en hechos que pueden desencadenar en esos casos de violencia. Se trabaja en el diálogo, en comprometer a la familia: se firman acta-compromiso con la misma. Si vemos que el chico, en todo ese tránsito de reflexión y de hablar, no cambia de postura, entonces sí podría aplicarse, pero por lo general reflexionan. A veces los docentes no comprenden esto. Ellos solicitan las sanciones pero la decisión la toma el director. Me gusta trabajar con el alumno, porque la sanción significa un frío papel para ellos. La entienden y aceptan en el fútbol, pero no en la vida escolar. Y es muy grave porque con 19 sanciones se está casi fuera del establecimiento y con 20 es expulsado y por dos años no puede ingresar a un colegio público. Es como marcarlo.”
- ¿Y es efectivo el llamado a la familia?
- “Sí. Si no concurre, el estudiante no ingresa a clases. Buscamos el compromiso. Además, en la mediación también asisten las familias de los involucrados en el conflicto.”
- ¿Cuáles son los principales problemas de conducta?
- “Salir reiteradamente de clases, deambular por la escuela, mojarse el cabello. Es lo más cotidiano. Pero después hay otras más graves de falta de respeto hacia profesores. Suele haber peleas de alumnos, por eso volvimos a la mediación para abortar la violencia. También, paralelamente, llevamos a cabo el proyecto del buen trato.”
- ¿En qué etapas se presentan los mayores inconvenientes?
- “En el CBU, por falta de hábitos de escuchar y de hablar correctamente... se tratan en malos términos y se faltan al respeto. En el ciclo de especialización podemos tener uno que otro caso por problemas de novios. Generalmente, todo viene del barrio hacia la escuela.”
- ¿Se han registrado expulsiones en estos siete años que lleva dirigiendo?
- “No. Y hay muy pocos casos de chicos sancionados. Suelo colocarlas en suspenso. Si se repite la falta, entonces sí se aplica.”
- ¿Existe contención de los chicos por parte del Estado?
- “No. Realmente, no veo contención social a conductas particulares. Hay talleres en el Muni Cerca, pero eso no quiere decir que las personas van a concurrir y se van a formar. Debe haber un trabajo previo. Las asistentes sociales visitan los hogares de los alumnos que comienzan a faltar, le hacen entrevistas... pero más allá de eso no se puede hacer otra cosa de nuestra parte. El Estado, si bien debería hacerlo, no obliga.”

Flagelos

- ¿Se habla de alcohol y droga en las asignaturas?
- “Especialmente, en el Encuentro de Jóvenes (el quinto será el 26 de setiembre), se tocan esos temas, junto a la seguridad, por pedido de ellos. El año pasado, jóvenes me comentaban situaciones respecto a la droga y me decían que nadie hacía nada. La sensación es que no se hace nada. Muchos me pidieron con lágrimas en los ojos que yo accione. Dicen que la Policía ve y no hace nada. Recolectamos firmas para solicitar un destacamento policial: Eduardo Accastello recibió el pedido y hasta el día de hoy no hay novedades.”
- ¿La Policía patrulla el sector?
- “Cuando lo solicitamos. A veces, no viene y he tenido que ir personalmente a pedirlo. Argumentan que el radio se ha ampliado mucho y que a veces no hay móviles.”
- ¿Se consigue droga fácilmente?
- “No lo he constatado, pero por los comentarios considero que es de fácil acceso. Sé que hay jóvenes que merodean el colegio, no sé si para vender o no. Yo mismo he pedido que se alejen.
Pido un equipo que nos marque pautas sobre cómo actuar. El espacio geográfico en donde está ubicado el colegio nos provoca un sentimiento de soledad e inseguridad. Nos gustaría contar con una mayor participación y presencia del Gobierno, la Justicia, la Asistencia Pública. Por ahí, derivamos a jóvenes con una problemática particular y no logramos la atención. Muchas veces se pierde a un estudiante y eso lo convierte en un potencial delincuente. La conducta del chico suele tener que ser abordada desde lo psicológico y nosotros no tenemos herramientas para asistirlo.”
- ¿Y qué medidas toma ante esos casos?
- “Se los deriva a la Asistencia o al Consultorio de Adolescentes, pero es cada quince días y nosotros necesitamos un compromiso fuerte de este tipo de instituciones. Y si no, que el Juzgado de Menores tome cartas en el asunto.”
La entrevista llega a su fin. Los pasillos están casi desolados, porque es hora de clases. Dos chicos se pasan la pelota en el acceso y la portera los exhorta a ingresar al “cole”.
Unos 300 alumnos conforman la matrícula. De ellos, 120 reciben becas y 170 tienen la copa de leche y Paicor. Sólo un porcentaje menor trabaja y todos buscan en el IPEM una contención que no logran en una sociedad que no les brinda oportunidades.