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Con la gente. El “Puli” Berterame celebra el segundo gol de Rivadavia con algunos hinchas que llegaron desde Cabral |
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Escribe: Juan Manuel Gorno
Si había una prueba de fuego, como un doble desafío después del apriete que sufrió en la tabla de posiciones, entonces Rivadavia la superó con creces, expresando sin dudas su personalidad de líder.
En Plaza Ocampo y ante un rival que jamás renunció a su búsqueda, el “verde” se recuperó de la derrota en la fecha anterior con un ajustado 2-1 sobre Yrigoyen y alcanzó a mantener la punta del Apertura.
La victoria, además, le dio al equipo cabralense cierto respaldo a su jerarquía, esa que aparece incluso cuando desperdicia claras situaciones de gol.
Ayer, los yerros en el arco contrario casi derivan en una mala jornada, pero la sumatoria de esas ocasiones finalmente redondearon un triunfo justo, más allá del gran esfuerzo de Yrigoyen.
La impericia propia en la definición, la intención de no rifarla en el medio y las grietas en defensa caracterizaron a los dos equipos en el primer tiempo, aunque fue Rivadavia quien más chances dilapidó para quedarse con una ventaja.
Sólo en un lapso después de los 34 minutos, ambos encontraron la eficacia. Primero fue Gabriel Bolatti quien aprovechó un pase magistral de Andrés Agosto para definir de primera y con velocidad. Y ahí nomás, tras el saque desde el medio, Lucas Barengo tomó un rebote del arquero Tissera y empató con un disparo recto que Cristian Agosto no pudo desviar en la línea.
En lo demás, dentro de una etapa sin un dominador permanente, se prestaron los errores frente al arco, algunos muy marcados.
Rivadavia sumó demasiados “casi goles”, dos veces con Marco Berterame (remates desviados, uno con el arquero vencido), otras tantas con el “Poroto” Bolatti y algunas equivocaciones compartidas.
Un reflejo de ello fue la doble ocasión tras una pared entre el “Puli” y Pablo Suárez, donde primero la defensa y luego el arquero local alcanzaron a salvar con lo justo, en momento que la parcialidad cabralense se acomodaba para el festejo.
En menor cantidad, pero casi en la misma sintonía, Yrigoyen tuvo sus chances rifadas. De hecho, en el arranque, una mediavuelta de Cristian Gaitán terminó con la pelota muy cerca del palo y, posteriormente, Suárez debió dejar el alma para ahogarle el grito de gol a Diego Marín, después que éste dejó atrás a Tissera.
Además, hubo un tiro libre casi perfecto de Luis Rodríguez, sólo que la pelota pasó cerca del ángulo, y más tarde Barengo perdió mano a mano con Tissera.
En ese contexto, el partido resultaba entretenido, mechado por el juego rápido del mediocampo tiopujiense y el desequilibrio constante que provocaba Diego Ceballos en el visitante.
Más práctico
Sin embargo, todo cambió en el segundo tiempo, cuando Rivadavia alcanzó a pegar en su primera aproximación: a los 4’, “Cuchillo” se escapó por derecha tras un lateral y, ante la salida de Merani, se la tocó al “Puli” Berterame, quien sólo tuvo que poner el botín para anotar.
El propio Ceballos gestó una gran chance para aumentar cuando habilitó a Ariel Berterame, pero el remate posterior se fue alto.
Lo concreto que, a esa altura, Rivadavia ya era dueño del partido como nunca antes, por el toque de los Berterame y Fernández (más seguros en las marcas), y la verticalidad de Ceballos y Bolatti.
Sin embargo, Pereno no se confió demasiado. Sacó al “Cuchillo” para sumar un defensor (Gastón López) y el equipo cerró mejor los espacios atrás, pero al mismo tiempo perdió el toque distintivo adelante, sobre todo cuando se visualizó que Andrés Agosto no pudo disimular su poca pilcha de atacante neto.
Esto hizo crecer a Yrigoyen, que jugó con grandeza, aunque se repitió en su ataque por el centro, buscando a Marín como única opción para llegar al gol, justo cuando Cristian Agosto y compañía le habían cerrado los caminos.
En ese contexto, el “rojo” arrimó peligro mediante la pelota quieta, después de córners o tiros libres.
Rivadavia, en cambio, recuperó su presencia en ataque con el ingreso de César Rodríguez, quien estuvo dos veces cerca de aumentar sobre el final del partido, cuando el cuaderno del fútbol ya tenía la rúbrica de “prueba superada” para el único puntero.
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