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Familiares de pasajeros del avión de Air France siniestrado en el Atlántico, en las primeras horas posteriores al accidente |
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Es cotidiano escuchar acerca de que algunas personas padecen de traumas psicológicos y los interrogantes más frecuentes son: ¿cómo se dan cuenta de que tal persona padece de traumas? ¿Es normal tener traumas en nuestras vidas? ¿Cuáles podrían ser sus consecuencias?
Sería importante primero definir qué se entiende por trauma, considerando que el concepto moderno de trauma, comienza en el año 1980 en que se estableció con el diagnóstico del trastorno por estrés postraumático “las reacciones psicológicas que tiene un individuo expuesto a situaciones que están fuera del rango de lo normal, de lo cotidiano, puede ser cuando la persona ha experimentado, presenciado o le han explicado uno o más acontecimientos caracterizados por muerte o amenazas para su integridad física o la de los demás”.
Los eventos traumáticos más frecuentes son: participar en una guerra, vivenciar accidentes automovilísticos graves, violaciones o abuso sexual, actos criminales como secuestros, robo a mano armada, presenciar un hecho violento, víctima de violencia familiar (mujeres o niños golpeados), sufrir torturas o amenazas, padecer desastres naturales (terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones) o provocados por el hombre (desastres nucleares, explosiones, incendios intencionales), recibir un diagnóstico de una enfermedad potencialmente terminal, presenciar la muerte de un ser querido y otras adversidades.
Las respuestas de las personas traumatizadas son diferentes, pueden revivir el hecho con pensamientos que aparecen espontáneamente en la conciencia tanto en estado de vigilia como en pesadillas traumáticas durante el sueño, provocando una intensa reacción emocional, no pudiendo en algunos casos retomar el curso normal de su vida porque el trauma lo interrumpe constantemente. Activamente intentan evitar los desencadenantes específicos de emociones relacionadas al trauma como, por ejemplo, no pasar por el lugar del accidente o no ver películas que contengan hechos similares. Presentan dificultades para recordar la situación del hecho traumático, produce disminución del interés y muchas veces aislamiento afectivo, la persona se encuentra exaltada, irritable, cualquier ruido la pone nerviosa, tiende a un alto nivel de alerta en la que su cuerpo siempre está esperando el peligro, también tiene una extrema respuesta de sobresalto a los estímulos inesperados y a los que estarían asociados al acontecimiento traumático.
Frecuenta ideas suicidas, sentimientos de inutilidad, vergüenza o desesperación y dificultades para dormir.
¿Quién no ha vivido algún hecho traumático?
Los seres humanos somos proclives a vivir eventos traumáticos. A veces sin ser esperados, sólo son sucesos circunstanciales que para algunos podrían cambiar su vida para siempre y otros pueden adaptarse con creatividad y flexibilidad a este hecho traumático, dependiendo de la existencia de recursos internos y externos que la persona posea para afrontar y elaborar el proceso traumático. Los recursos internos serían, por ejemplo, la facilidad de hablar de lo que siente y lo que le pasa, ser flexible en sus pensamientos, reconocer que algo raro le esta pasando. Los recursos externos refieren al acompañamiento familiar, amigos consistentes, situación económica estable, etcétera.
En algunos casos el esfuerzo que realizan las personas traumatizadas para protegerse de los pensamientos invasivos, provocados por el trauma, tienen una intención de autoprotección, que no hace más que agravar el síndrome postraumático, como consecuencia de esto provocaría el estrechamiento de la conciencia, que la persona se encierre en sí misma y que su vida se empobrezca.
Otras de las respuestas que realizan las personas traumatizadas para defenderse contra este dolor insoportable es que pueden sentir que el acontecimiento no le está pasando a ellas. Es como si lo estuvieran observando desde fuera de sus cuerpos (como suele suceder en las víctimas de abuso sexual). Estos cambios en la percepción se combinan con una sensación de indiferencia, de extrañamiento emocional también conocida como anestesia emocional y esta experiencia podría perder su calidad de realidad normal. Por ejemplo, en algunos relatos de víctimas de abuso sexual suelen decir que se quedan congeladas en el momento del acto sexual, sin poder moverse y hasta sin poder defenderse, pensando “esto no me esta sucediendo a mí”. Hay casos en que las víctimas no pueden volver a demostrar sus emociones en cualquier tipo de relaciones, como mantener un noviazgo, demostrar afecto de amor y cariño de una madre a sus hijos o una abuela a sus nietos.
Otras de las consecuencias más evidentes, es correr un elevado riesgo en desarrollar una dependencia con sustancias tóxicas (alcohol, drogas), también conductas adictivas al juego, alteraciones en la conducta del comer (bulimia, anorexia)
Las consecuencias son biopsicosociales en las que se encontrarían diversas enfermedades. Cabe aclarar que las vivencias de ciertos traumas constituye una parte insoluble del ser humano y su devenir, pero no todos los sujetos que viven las experiencias traumáticas desarrollarán luego las consecuencias descriptas.
El proceso que realiza el sujeto traumatizado es particular e individual.
Las consecuencias y respuestas que vienen aparejadas pueden evidenciarse en corto o largo plazo es decir, después de pocos o largos años o semanas que haya sucedido el acontecimiento traumático. Es importante saber diagnosticarlo y diferenciarlo de los otros trastornos para administrar un tratamiento acorde a las necesidades individuales del paciente y lograr que pueda integrar este acontecimiento en su vida y no vivirlo con un alto nivel traumático.
Lic. María Noel Quinteros
MP 5359
Centro de Terapias de Vanguardia
Centrodeterapiasdevanguardia@yahoo.com
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