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Por qué nos enojamos? Aparece esta emoción cuando consideramos que hemos sufrido una ofensa o humillación contra nosotros o los nuestros. También cuando creemos que sufrimos una injusticia, o cuando la víctima es otra persona, aún siendo una desconocida. Es que un mundo sin justicia resulta amenazador para la mayoría de nosotros y las evidencias de ello las tomamos como un ataque a nuestra propia persona.
Las situaciones que provocan el enojo son variadas. Algunas, como los comentarios ofensivos o ser blanco de insultos, son una clara provocación del enojo, pero existen otras más sutiles o ambiguas que son más fáciles de pasar por alto, y si causan enojo depende más de la persona que las recibe. Recordemos que algunas situaciones pueden ser una invitación al enojo, pero nosotros podemos elegir decir que no.
Si bien en ocasiones el enojo es adaptativo porque nos ayuda a superar obstáculos o poner límites a quienes intentar perjudicarnos, hay personas que tienen una predisposición a enfadarse, de acuerdo con sus rasgos de personalidad y tiene consecuencias desagradables como las físicas (a veces enfermedades) o las dificultades interpersonales (con sus parejas, amigos o relaciones laborales).
s Tener en cuenta
No es la situación, sino la interpretación que hacemos de ella, la que da como resultado emociones y conductas. Entonces, ¿cuáles son los pensamientos que hacen que aparezca el enojo?
Por ejemplo: “Tendría que estar tranquilo”, “si no logro esto soy un verdadero tonto” (demandas a sí mismo).
“Lo hace a propósito”, “si fuera buen amigo haría…”, “debería darse cuenta de lo que necesito” (demandas sobre los demás).
“El mundo debe funcionar…”, “esto no me puede pasar a mí que siempre hice las cosas bien” (demandas sobre el mundo).
El enojo tiene variaciones, siendo funcionales el disgusto y el desagrado y disfuncionales la ira, la furia, el cólera, la rabia, porque por su alta intensidad no permiten un espacio adecuado para la resolución de problemas y la negociación.
Existe la creencia de que hay que dejar salir la ira para que no dañe nuestra salud. Algunos enfoques psicológicos proponen diferentes formas de soltar la ira, sin embargo experimentos científicos han demostrado que mientras más expresamos nuestra ira, más tendemos a aumentarla. Otros enfoques promueven la pasividad, pero de esa manera corremos el riesgo de que los demás puedan aprovecharse. Existen también técnicas de distracción que sirven momentáneamente, pero lo que realmente va a modificar su tendencia al enojo o la ira es el cambio en la filosofía, representado por los ejemplos de pensamientos que mencionamos antes. Muchas veces es difícil modificarlo solo y es necesario recurrir a un terapeuta cognitivo para que te enseñe a manejar tu ira.
Te aconsejamos
Pensar:
* Que no todas las personas tenemos el mismo punto de vista respecto de un hecho, no querer imponer tu punto de vista, ni exigir que te den la razón.
* No existe una única manera de hacer las cosas, no puedes controlar los errores de los demás.
* Todos somos diferentes y hacemos, pensamos y sentimos diferente respecto a la misma situación.
* Los demás tienen derecho a decirnos que no y no tienen obligación de satisfacer nuestros deseos.
Hacer:
* Frenarte e intentar reducir el enojo a un nivel que puedas controlar antes de reaccionar.
* Pensar tres soluciones para el mismo problema y evaluar las consecuencias de cada una, antes de elegir.
Carla Tais
Lic. En Psicología
MP 3862
centrodeterapiasdevanguardia@yahoo.com.ar
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