Escribe: Juan José Coronell Especial para EL DIARIO Córdoba, sin lugar a dudas, fue beneficiada por la Naturaleza. Y un claro ejemplo es el destino de este domingo. Semejante al sanjuanino Valle de la Luna, los que lo visitan no se cansan de destacar su magnitud, su diferencia respecto a otros paisajes y sus atardeceres, que dan lugar a lo extraordinario. En el centro de una selvática vegetación de palmeras y helechos, se elevan estos cerros en los que el tiempo y el clima han sabido dejar su marca. Erosionándolos, los han convertido en una buena prueba para el imaginario popular. Así, los que los frecuentan les encuentran formas de tortugas, de torres y los más originales ven hasta indígenas y estatuas de próceres. El Parque Autóctono está considerado como área protegida y cuenta con guías ambientalistas que acompañan al turista en un recorrido de dos horas. El recorrido Se comienza por un camino de montaña serpenteado por una zona cubierta por quebrachos colorados, hasta llegar a un parador. Allí es aconsejable detenerse un momento y vislumbrar la postal de este lugar, donde el cantar de los pájaros pasa a ser parte de la postal más increíble de la paz. Luego de disfrutar las sensaciones que mencionamos anteriormente al observar las formas de las rocas, se continúa caminando por una senda formada por escalones de piedra que a su vez están tallados y nos invitan al ascenso. Desde allí se puede divisar, mirando hacia el este, el caudaloso río Pinto; al oeste el dique Cruz del Eje, el embalse Los Alazanes y un amplio sector del Valle de Punilla. Acto seguido se cruza un arroyo que pasa a ser la antesala a una serie de pasadizos rocosos, que nos dan una sensación de adrenalina única. Se van presentando diferentes cuevas con la luz que se filtra por sus paredes. Este recorrido emocionante es raro a la vez por el hecho de que sus paredes arrojan coloraciones rojizas que sorprende al visitante. Los primeros habitantes y otras actividades En este sector de la provincia se asentaron los comechingones que fueron primeros habitantes y los responsables de que existan todavía en la zona morteros, hachas, flechas... Dichos elementos se pueden apreciar en un museo que se encuentra en el lugar. Los aborígenes seguramente habrán disfrutado antaño una de las cascadas que se forma en la combinación del río con las rocas, como ahora lo siguen haciendo los visitantes. Además de las ya mencionadas actividades, existen otras que se pueden llevar a cabo en el lugar. Así, las caminatas que se suman a la principal nos llevan por otros senderos naturales y nos dejan la posibilidad de realizar safaris fotográficos. Estas travesías son un poco más cortas, aunque menos exigentes para el turista y no tan emocionantes. Son ideales para los más tranquilos. Luego, ya en el descanso, el turista puede disfrutar de los servicios que presta el Parque con lugares para probar comidas y bebidas regionales. El Viajero les deja así una opción para estas vacaciones de invierno. El Parque los Terrones, un lugar que no es conocido por muchos cordobeses y que además de su prestigio cuenta con una singularidad asombrosa.
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