Escribe: Germán Bicego (*)
Ya pasado el proceso eleccionario podemos analizar la situación a la luz de los resultados; pero fundamentalmente podemos observar los comportamientos sociales. Y qué vemos… un pueblo que se expresó de manera contundente, no dándole a nadie el control del poder público.
En los principales distritos casi nadie obtuvo más del 30% de los votos, indicio claro de que la gente pide diálogo entre los actores políticos. El pueblo le ha dicho basta a la prepotencia en el ejercicio del poder. Y es un muy buen síntoma.
Sin embargo cuando uno lleva su observación a cuestiones más cercanas contempla azorado que hay problemas graves; problemas que no son coyunturales, sino que llevará años repararlos porque no tienen que ver con cuestiones de momento, tienen que ver con cuestiones éticas.
En la última elección, según datos recientes, el Gobierno nacional “en seis meses usó en el Gran Buenos Aires el presupuesto entero que tiene en Vialidad, casi 80% de su cupo anual para viviendas e incluso un 23% más del total que le habían previsto para obras en municipios; es obvio de toda obviedad que se trató de dinero público puesto en fogonear la campaña del kirchnerismo en la provincia y el conurbano” (Clarín 07 -07-09).
En nuestra zona vimos una gigantesca inversión de recursos puesta fundamentalmente en pavimentación y vivienda, que como todos sabemos está cuestionada fuertemente en lo referido a las concreciones de estas obras. Pero si bien esto es grave, porque si las obras se pagaran de acuerdo a los otros valores que se están manejando, dichas obras podrían triplicarse (esperemos que la Justicia investigue y se expida); hay otra cuestión muy preocupante y que tiene que ver con la conducta individual de los ciudadanos.
A ninguno nos escapa que en la última elección se han invertido altísimas sumas de dinero, se han entregado subsidios, objetos varios y dinero en efectivo con tal de recibir el favor a la hora del voto. Muchos dirán “se hizo siempre”, otros diremos hoy llega a niveles escandalosos. Pero ni por poco ni por mucho deja de ser algo vergonzoso.
La multiplicación de este vicio nos debe alertar: se está envileciendo de manera alarmante la voluntad cívica de las personas. Esta “compra” de voluntades nos está haciendo retroceder en el crecimiento de la democracia, está transformando a las personas de ciudadanos en consumidores, y a los candidatos de políticos en comerciantes de voluntades. Triste destino el de la República si continuamos con este sistema.
Es necesario recuperar la ética en el ejercicio de la política. Un ejemplo de esta decadencia es que los partidos ya no se preocupan por elaborar plataformas de ideas y propuestas; pero sí les interesa la publicidad, el visitar programas de rating y atender el vicio cada vez más extendido de “dar” (siempre de los dineros públicos) a cambio de un voto.
¿Puede crecer una democracia si quienes son soberanos se envilecen de esta manera? El voto allá por 1912, cuando se logró la sanción de la Ley 8.871, era ejercido orgullosamente por quienes accedían al derecho. Lo hicieron las mujeres en 1952. El voto era sinónimo de dignidad. ¿Hoy sigue siéndolo? Analizando ciertas situaciones me animo a decir que hoy el voto, para muchos, más que dignidad es una simple moneda de cambio.
No puede haber política sin ciudadanos. No puede haber política sin políticos. Y para ser ciudadano es necesario actuar como tal. Y para ser político es fundamental pensar y no “comprar” voluntades, proponer y no “engatusar”. En política hay valores que no se pueden perder, bajo riesgo de perder la política. Empecemos a recuperarlos, por el bien de todos. Por el bien de la Patria.
(*) Profesor de historia, dirigente de la UCR
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