Por Daniel Castoldi EL DIARIO Cultura eldiariocultura@gmail.com Hablar con Lucas Gómez no es hablar con un músico más de la escena del rock local. Por empezar, la música que hace Lucas desde hace veinte años, cuando recién pasa los treinta de vida, no se puede encasillar sólo dentro del rock, y eso que el rock tiene amplia capacidad para cobijar a los más variados estilos musicales. Desde el jazz, al rock más retro en su esencia máxima de distorsión, pasando por el funk, algo de música clásica, pop y la canción más cercana a lo melódico, se pueden encontrar en sus temas. Otra característica que describe a Lucas y quizás la más importante de todas, es que desde su guitarra, instrumento principal que maneja con erudición, siempre hizo nacer temas propios, cosa que lo convirtió en uno de los más importantes hacedores de canciones de Villa María, sobre todo en una época en la que el rock villamariense estuvo muy carente de creadores. Hoy es mucho más común, ya que casi todas las bandas crean sus temas, pero hace unos diez años atrás, lo de Lucas era una rareza (como la música que hacía por entonces, simplificada con la madurez de los años). Lucas es, además, el formador de una banda que ya hizo historia en nuestra ciudad: Pachamama, creada junto a su entrañable amigo Marcos Fulcheri (hoy haciendo su música en México DF, por donde Lucas también estuvo unos años). Antes de Pachamama, Lucas sólo había integrado S.O.S., cuando recién tenía cumplidos los diez años. En dialogo con él, nos cuenta sobre sus proyectos, además de extenderse con claridad y conocimiento sobre sus cambios musicales, sus objetivos cumplidos y por cumplir y la música de nuestros días. —¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo? —Sí, desde hace unos años. El proyecto trata de mostrar todo aquello que uno por temor esconde en un disco. Lo que no se atreve, lo que quizá sea la esencia. Por eso el proyecto se llama "Nueva música para viejos oídos". Por suerte estoy próximo a terminarlo, aunque se renueve constantemente. —En veinte años de trayectoria musical ¿qué objetivos artísticos cumpliste y cuáles te faltan por cumplir? —Cumplí muchos y en su totalidad me hacen feliz. Eso es lo importante. Creo que los objetivos faltan cuando uno deja de trabajar en ellos y yo sigo trabajando para hacerlos realidad. —¿Para qué te sirvió o para qué te sirve ser músico? —Para traducir aquellas cosas que andan dando vuelta en el aire, armonizarlas y hacerlas canción. Golpes para algunos, regalos para otros. Para escuchar todo lo que dicen los paisajes y las cosas sin voz. —¿Qué pretendés conseguir en quien te escucha, en tu público, cuando mostrás tu música? —Que sirva, que ayude a buscar otro punto de vista, que mueva a la reflexión. —Tu música ha cambiado en estos veinte años ¿podés hacer un repaso por esos cambios? ¿Qué diferencia hay entre la música y letras que hacías cuando empezaste, con la que hiciste hace diez años y con la que hacés hoy? —Cuando empecé con S.O.S. tenía diez años y lo único que quería era distorsionar una guitarra. Salíamos del entrenamiento de básquet con Marcos (Fulcheri) y nos poníamos a ensayar. Y claro, nuestras ideas eran de pre adolescentes, así que algunas de las letras hablaban de lo jodido que era despertarse tan temprano para ir al colegio. Recuerdo una canción que tenía en aquel momento que decía: "Qué me importa qué hizo Sarmiento, qué me importa quién le hizo un monumento y qué me importará si yo también tengo vida ¿Será todo cómo dicen?" Esa canción se llama "Caja de cristal" y musicalmente abundaban los riff de guitarra. Después de los catorce años llegó Pachamama, ya con otro contenido, muchas armonías, métricas irregulares, solos de guitarra, predominaba el jazz que se fusionaba con cantidades de estilos. Yo estaba fascinado con el jazz, ya que mi abuelo materno era un fanático y todos los miércoles nos sentábamos en el living de su casa y él mismo ponía música, Armostrong, Miller, Parker, Oscar Aleman y hasta Piazzola. Fue un período largo y muy creativo, con un fuerte contenido social en las letras. Títulos como: "En mi cabeza", "Todo lo que él no pudo decir", "De mi especie", "Empéñate en subirlas, las escaleras crecen bajo tus pies". Fue un placer hacer un grupo como Pachamama. Yo trabajaba como ocho horas diarias para componer (en realidad ocho horas nocturnas) y el grupo tenía músicos de puta madre. Aún me regocijo al escuchar algunas grabaciones de esa época. —¿Y cuándo vino otro cambio? —En 1999, estábamos con Marcos instalados en Buenos Aires y surgió algo muy distinto a lo que hacíamos. Nos juntamos con dos pibes que hacían música electrónica, uno en máquinas y otro en bajo y les planteé hacer la obra "El muro" de Pink Floyd en versión electrónica. Fijate que años después grabaron discos con temas de los Rolling y Floyd versionados de este modo. Estaba bueno, pero eran covers y hasta ese momento yo no había hecho canciones que no fueran mías. Igual tuvo su contrapeso ya que en ese tiempo que transcurrimos en la capital yo grabé un proyecto personal llamado "Retroánimo", que es un documento para mí. Lo tomo como una explosión creativa. La consigna era armonizar el estado de ánimo que tenía en el momento. Nada de estructura. Apretaban el "rec" y tocaba lo que surgía. Grabé bajos, guitarras, pianos, charango, batería, máquinas, radio. Fue un experimento divino. En el 2000 grabamos un disquito con Marcos, otra vez en Villa María, con canciones algo pop con un colorido country. Sonaban agradables y para algunos, livianas con relación a lo que hacíamos antes. Recuerdo que llevamos un tema a la radio para una entrevista y la gente comenzó a votarlo a tal punto que entró en el ranking de los diez más pedidos y llegó a ser número uno por unas cuantas semanas. Con Carina Bonoris, que era la conductora, no lo podíamos creer. Nos reíamos porque Ricky Martín había pasado al puesto dos. Fue muy divertido. —Y después viene lo creado en México... —En el 2001 estábamos en la capital azteca y se nos dio para grabar un disco. De un día para el otro nos llamó un tipo que nos vio tocar. Fue un viernes y para el lunes nos pedía doce temas nuevos. De hecho no dormí esos días trabajando en eso, componiendo. Y el material fue lo que vi por TV en un noticiero, con el presidente saliendo de la Rosada en helicóptero y la gente matándose a golpes. De hecho ese disco quedó trunco y se llama "Profetas sin tierra". El sonido es una fusión entre el funk y lo electrónico. Hoy, como te contaba, estoy embarcado en "Nueva música para viejos oídos", que es un disco que es algo así como el resultado de todo mi recorrido por la música y que tiene una sutileza muy especial. Me acompañan en la grabación músicos muy grosos. —Vos, que sos creador de tus temas ¿Cómo ves la creación musical contemporánea? —En cuanto a la creación actual hay de todo, bueno y malo. Sin duda faltan espacios para músicos que evaden lo comercial para hacer lo interesante. Lo que se nota es una liviandad y frialdad en la poética que hace que uno se conmueva con autores de otras épocas. —¿Qué tiene que tener una canción para que te conmueva? —Me mató la fusión que hace Estelle. Tiene un excelente contenido rítmico en las bases y melodías alucinantes, acompañada de una voz extraordinaria. Eso es lo que me conmueve. Me siguen conmoviendo letras y armonías como las del Flaco Spinetta, Floyd, Dicépolo, solos como los de John Coltrane, Oscar Aleman, George Benson, Pat, por suerte son muchos. —Hablando específicamente del rock, caracterizado siempre por tener fuertes contenidos sociales y una búsqueda desestructurada y constante en sus letras y en sus músicas ¿Ha perdido esa impronta en estos últimos años? —El rock fue un documento sobre la verdad y hoy parece ser un pasaporte al adormecimiento. No puedo generalizar porque hay compositores que siguen teniendo esa mística, pero lamentablemente abunda lo contrario.
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