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26 de Julio de 2009
Opiniones - Cartas - Debate
Dominus flevit (El Señor lloró)
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Escribe:
José Amado Aguirre (*)

Existe un lugar sagrado cerca de Jerusalén, donde, según la tradición, lloró Jesús sobre esa ciudad santa. Lo narra el evangelista San Lucas así:
“Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella...” (19, 41) El problema del “llanto” público de Jesús, tiene un hondo significado para conocer algo a ese Jesús de Nazaret. Así y todo, seguirá siempre como el “gran desconocido”.
Ese “Jesús”, verdadero Hombre, tenía que sensibilizarse humanamente hasta las lágrimas. No era un recio “estoico”. También se manifestó plenamente como un humano cuando instaban sus tormentos y su vergonzante cruz. “¡Padre, si fuera posible... que no tenga que beber este cáliz!” El miedo, el dolor, la cruz vergonzante lo hicieron llorar sangre! ¿Qué más para probar que era un hombre verdadero? Ya nada más... Sí, hay algo más y muy significativo aunque haya quedado oculto o marginado por diversas fútiles razones. Su amor sensible como varón perfecto, hacia la original inclinación amorosa hacia la mujer. Sí, Cristo demostró la atracción femenina con delicadeza y profundidad. Quien medita leyendo los momentos en que Jesús habla o se refiere a la mujer, notará esa inclinación natural y divina. Los pocos episodios narrados por los evangelistas, son suficientemente ilustrativos para distinguir el amor sensible humano y divino hacia María Magdalena, su discípula privilegiada, en el difícil contexto de los varones apóstoles. Ella está totalmente enamorada de ese Maestro divino. Y lo va a seguir a pesar de las afrentas del pueblo, de los sacerdotes y de los soldados romanos hasta verlo morir, y recibirlo, junto con María la Madre sufriente, al ya destrozado cadáver... Y será ella la privilegiada en verlo con sus ojos y su corazón femenino, ya convertido post mórtem en el Cristo glorioso resucitado. Allí están los deliciosos encuentros de los puros amantes, fuera del tiempo y de la historia humana.
Dominus flevit... et amavit amore humano... quia vere homo erat (El Señor lloró... y amó con amor humano... porque verdaderamente era hombre).
El que no tenga los ojos claros, que no mire los amores en su plenitud. El que quiera escandalizarse ya tiene el escándalo en su corazón farisaico. Yo seguiré leyendo y rezando aquellos versos que el pueblo cristiano recita casi sin advertirlo. Y dice así: “Estaba al alba María, porque era la enamorada. “¡María!”, la voz amada. “Rabbuní”(1), dice María. El amor se hizo un abrazo junto a las plantas benditas; las llagas glorificadas, ríos de fuego y delicia; Jesús esposo divino- María, esposa cautiva. (Liturgia de las Horas, día martes, período de Pascua) ¿Qué más? Ya nada más.
La Humanidad de Jesús, nos lleva a la Divinidad. Sí. Así de simple. Quien dice que “conoce a Dios”, miente. O se engaña. O se ilusiona. El “supuesto Dios” es y será siempre para los humanos, el “Incognoscible”. A Dios no se lo puede definir. Todos los ensayos de los mayores filósofos, quedaron reducidos a proyectos anacolutos. Yo creo en Dios... pero no simplemente en El... sino a través de ese ser humano llamado Jesús de Nazaret. El ya se definió como Hijo del Hombre... para desde allí, con lenguaje humano asequible al hombre, decirnos que existe Dios como Padre suyo, y que es igual a El... y que ese Dios es amor... Y ese Jesús, humanamente nos probó que El superaría la misma muerte en su misión de Redentor universal.
Que para eso se hizo humano... y que nos daba un solo mandamiento: que nos amemos como hermanos, porque lo somos en Cristo. Así, yo creí y creo en Dios, a través únicamente de Jesús de Nazaret, verdadero hombre que nos habla con lenguaje humano.
Conclusión: nunca podremos agotar el conocimiento y amor respecto a ese verdadero Hombre llamado Jesús. Y cuanto más lo conozcamos, más comprenderemos que Dios es AMOR y desde allí comprenderemos la coherencia de su mandato: que nos amemos los unos a los otros. En Jesús el Hijo del Hombre, está Dios y es Dios. ¿Qué más? Ya nada más...
(1) Nota: Rabbuni, en arameo significa Maestro, en afectuoso diminutivo...
(*) Sacerdote, doctor en Leyes y licenciado en Letras

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