Escribe:
Jesús Chirino
Jorge Lafforgue, director de la filial porteña de Alianza Editorial, mediante su libro “Explicar la Argentina- Ensayos fundamentales”, nos permite acceder a textos que fueron partes en importantes debates de nuestra historia como nación, algunos de los cuales aún no han concluido.
Este hombre, nacido en Esquel en 1935 sigue recordando con cariño su adolescencia en Villa María. Fue en esta geografía donde comenzaron sus primeras lecturas de algunos de los autores que escribieron los ensayos que ha incluido en su libro. Siguiendo con la explicación de las razones por las cuales “Explicar La Argentina…” sólo contiene textos de intelectuales varones, señala un aspecto importante de nuestra historia.
- La relevancia de Moreno, Sarmiento, Mitre o Joaquín V. González en el plano político no encuentra equivalencia alguna entre las mujeres; y, en el plano cultural, sólo cabría la inclusión de Victoria Ocampo (y por cierto que dudé, ver página 15 del libro). La lucha de las mujeres por compartir el reconocimiento social junto a los hombres no ha sido un problema baladí, un desvarío de las feministas. No, por cierto. Leo hoy en los diarios que en Venecia una mujer ha sido habilitada como gondolera, ella será la primera mujer en ejercer un oficio que desde hace novecientos años era cuestión exclusiva de hombres...
- ¿Cuáles han sido los autores, estilos, temáticas que más le han cautivado?
- Comienzo respondiendo con algunas obviedades. La potencia verbal y el fulgor de las descripciones en el "Facundo" son comprobaciones que hasta los más acérrimos enemigos de Sarmiento le reconocen. No seré yo la oveja negra. Tampoco disiento con quienes ven en el texto de Borges "El escritor argentino y la tradición" uno de sus más punzantes, eficaces e inteligentes ensayos en el debate sobre nuestro idioma. Se sobrentiende que reconocer notorios méritos en ciertos textos no supone acordar ideológicamente con ellos o aceptar el pensamiento de sus autores.
Respecto de quiénes más me coparon por sus conductas o por los temas que abordaron, las dos figuras que abren el volumen, Moreno y Monteagudo, me deslumbraron (ahora y siempre). Tipos jóvenes, que murieron de muertes oscuras, pero cuyas breves trayectorias fueron luminosas: verdaderas saetas en el firmamento de nuestra naciente Nación. ¿Qué hubiese sido de aquel 1810 sin el empuje de Mariano Moreno? Y de no tomar Monteagudo su antorcha, acompañando luego a San Martín y Bolívar, la historia sería otra. Reparemos especialmente en el texto de Monteagudo: propone una federación de Estados Hispanoamericanos, siendo entonces una de las primeras propuestas en ese sentido. La búsqueda de la Patria Grande, pese a todas sus dificultades, sigue en pie; y hoy entiendo que hay posibilidades de que se concrete.
Tal vez sea un defecto de mi percepción, pero te confieso que ninguno de los diecinueve ensayistas reunidos me ha dejado indiferente; más aún, todos ellos me apasionaron, de un modo u otro. Por ejemplo, leyendo a Ernesto Palacio, más de una vez, me hervía la sangre: flor de reaccionario; pero a la vez qué apostura y qué prosa acerada para hacerse oír. Por lo demás, la verdad histórica no es una ni unívoca; trabajosamente se construye con verdades parciales. De donde quienes agitaron banderas que podemos no compartir en su integridad y hasta repudiar, suelen denunciar falsedades y encubrimientos en el campo más afín a nuestras posturas. Para mí, la verdad es una integración dialéctica.
Tomemos otro ejemplo: Joaquín V. González. Proveniente de la más alta aristocracia riojana, su labor política estuvo entramada con la oligarquía gobernante, Roca y compañía. Sin embargo, su labor en el campo cultural estuvo jalonada de muchos hechos positivos, que supusieron un indudable progreso para nuestra Nación. Y de los varios textos publicados en torno al Centenario -por Lugones, Rojas, Gálvez y otros- el suyo comportó uno de los análisis más lúcidos, tal vez el mejor.
De cada uno de los ensayistas seleccionados en el libro podría µdarte mis razones personales para incluirlos; por lo general ellas coinciden con buenas razones objetivas. Pero quizá haya una excepción o leve desvío: José Luis Romero. Con respecto a él, si bien su labor político-cultural manifiesta méritos más que suficientes para su inclusión, tuve también una fuerte razón de índole personal, claramente emotiva: cuando de Villa María llegué a Buenos Aires para mis estudios universitarios, mi primer trabajo fue en "Imago Mundi", una revista de historia de la cultura que ha dejado hondas huellas en la historiografía nacional. El dirigía esa revista, y en los veinte años que siguieron hasta su muerte, la presencia de Romero en mi quehacer, en la conformación de mi pensamiento, fue muy fuerte.
El libro de Lafforgue es un trabajo de gran rigurosidad y a la vez atractivo, tanto para el especialista como para el lector que desee conocer las ideas de estos grandes pensadores argentinos. Un material de gran utilidad en estos tiempos en que tanto se ha escrito, y se escribirá acerca del Bicentenario de la Nación.
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