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El trío utilizó soporte tecnológico para su serie de sketches e imitaciones conjugadas |
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A diferencia de otros géneros teatrales, el humor tiene la particularidad de no necesitar el aplauso final para comprobar sus efectos sino que se sirve de cada carcajada y ovación intermedia para medir el éxito de sus metas.
El trío santafesino Midachi, que ya cuenta con 25 años de trayectoria, ha encontrado dentro de la amplia paleta cómica una veta explosiva, efectista y decididamente masiva (“multitarget” como se le llama ahora) que con el tiempo ha podido perfeccionar. Aún rozando la chabacanería, la procacidad (cada vez más suavizados) o la repetición banal de gags, el grupo ha inaugurado un perfil que se ha constituido como paradigma a la hora de montar un show sin puntos de inflexión.
Esa maquinaria demoledora que incluye latiguillos cortos, presentación de imitaciones y sketches con varios guiños al público, es llevada al extremo en esta última producción. “Midachi de película” presenta una novedosa puesta en escena que permite a los actores interactuar constantemente con una pantalla gigante donde se exhibe un filme, con escenografía de “Titanic” y la rotación de diferentes personajes imitados (figuras del entretenimiento surgidas en una era audiovisual y pasatista que precisamente naciera junto con el trío). Desde Horacio Guarany y Piero hasta Pablo Lescano de Damas Gratis, desde Sabina hasta Tina Turner o Mick Jagger. El simulacro de “ingreso” y “salida” de la película obliga a una ajustada coordinación, que se ve distendida cuando el grupo empieza a “tirarse facturas” en escena sobre el pasado y presente, una clásica parodia de Midachi.
Antes de ese despliegue tecnológico, el tridente se permite ofrecer un pasaje más artesanal. El tradicional monólogo inicial de Dady Brieva, de increíble manejo de los tiempos y el escenario, es imperdible. Con vívidos recuerdos comparativos sobre la infancia de antaño con la actual, configura una parlamento de colección. Ejemplos sobran: el cambio de términos frente los niños (menstruación por “el asunto”), el dilema con los parásitos en la cola o la cero democracia que ejercían los adultos pagan la entrada por adelantado.
Juan Ramón Seia
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