La dermatitis atópica es una enfermedad crónica de la piel, que se caracteriza por la sequedad de la piel, prurito o picazón y evolución en brotes. Comienza en niños mayores a los 3 meses de edad y tiende a mejorar en la adolescencia. Se observa también en adultos. No es contagiosa, y la mayoría de los niños mejoran dentro de los 5 primeros años.
La forma de presentación puede tener un aspecto distinto en cada persona y también variar con la edad, por ejemplo en los lactantes se ve más afectado el tronco y la cara, mientras que en niños más grandes predomina detrás de las rodillas y en zona de flexión de los codos, en cambio en los adultos compromete cualquier parte del cuerpo.
Las lesiones características son placas costrosas que asientan en piel con vesículas pequeñas o pápulas (tipo granito), que producen mucha picazón que no deja dormir, empeoran con los extremos de temperatura (mucho frío o calor), también con ropa sintética como lana, polar o nylon, y también con cambios de temperamento o humor.
No existe ningún análisis de laboratorio que diagnostique esta enfermedad. El médico llega al diagnóstico por la clínica, la historia familiar y personal del paciente, dado que existen enfermedades asociadas -muy frecuentemente- como son las enfermedades respiratorias y enfermedades alérgicas.
Si bien hasta el momento no existe una cura definitiva, se dispone de muchos tratamientos para controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida y la de su grupo familiar evitando factores desencadenantes y agravantes. Estas medidas pretenden cuidar la piel de los pacientes atópicos, y con tratamiento adecuado pueden llevar vidas normales.
Los cuidados deben apuntar a baños diarios cortos (menos de 10 minutos), evitar jabones comunes blancos y de glicerina, usar jabones cremosos o sindet, la temperatura del agua no debe exceder los 33 grados. Se deben secar las pieles al salir del agua con golpecitos suaves, sin frotar con la toalla para no irritar la piel. Inmediatamente al salir del baño se debe hidratar la piel con cremas humectantes a base de avena, vitamina A y ácidos grasos Omega 6, se deben aplicar varias veces por día para hidratar la piel seca de estos niños. Evitar la emociones intensas tanto negativas como positivas ya que son desencadenantes de los eccemas en los pacientes, y determinados alérgenos como alfombras, peluches, animales de pelo, e irritantes como perfumes, detergentes y talcos, ropas sintéticas de lana o polar.
Es recomendable usar tejidos de algodón blanco sobre la piel, usar la uñas cortas para evitar las infecciones por rascado, lavar la ropa con jabones suaves, enjuagar varias veces y evitar suavizantes de ropa.
No está comprobado realizar dietas restrictivas ya que aumentan la ansiedad de los niños y pueden llevar a la desnutrición. Además un grupo muy reducido se beneficia con la eliminación de algunos alimentos alergénicos.
Hay en el mercado farmacéutico distintos medicamentos que alivian el prurito, como la difenhidramina, cetirizina, hidroxicina y otros, cremas antiinflamatorias como los corticoides de baja potencia, y los nuevos inmunomoduladores que cumplen la función de mejorar la cadena de la inflamación.
Lo más recomendable son los cuidados básicos de la piel, su correcta humectación con buenos emolientes, y la higiene diaria con productos no irritantes.
La estimulación de la piel con suaves masajes además de hidratación logra el contacto placentero entre padres e hijos, que mejora el vínculo, y hace del tratamiento un momento de relajación para quien lo recibe.
Dra. Marcela Rodríguez
Pediatra dermatóloga
de los policonsultorios de AMEL
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