El monumento al educador por excelencia de la ciudad, Antonio Sobral, falta desde hace un año en la esquina de la calle que lleva su nombre con la calle Tucumán.
El monumento a monseñor Enrique Angelelli fue sacado de la zona del Reloj de Sol para la remodelación de la costanera y sigue sin poder ser visto.
El monumento al gremialista José Ignacio Rucci, en la intersección de la calle que le dedica la ciudad con la Buenos Aires, está dañado en el rostro y ya no cuenta con las placas que tenía al momento de su inauguración por la CGT.
El monumento a Martín Miguel de Güemes, frente a la escuela “José Mármol”, tiene arrancada una parte de la cara.
El monumento Descendencia, que representa a niños víctimas de la dictadura jugando en la plazoleta ubicada frente a la subida al puente Ernesto Fernández Núñez y el Cristo Redentor, las estatuas están pintadas con una estúpida obscenidad...
¿Seguimos? ¿O nos ponemos las pilas, como dicen los pibes, y empezamos a cuidar seriamente y con dedicación esa parte de la historia que los mayores quisimos rescatar para ellos y plasmar en monumentos?
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