En estos días de desasosiego, donde sólo parecen predominar los factores negativos, suceden también acciones tan lindas que refutan el desaliento y que debemos comentar, porque estos hechos reafirman el amor al prójimo y pueden transformar y mejorar el mundo.
Se trata de 14 jovencitos (13 a 21 años) que vinieron días atrás de Buenos Aires, sólo por amor y el loable propósito de ser útiles a nuestra comunidad. En este caso viajaron para pintar gratuitamente el comedor de la escuela Juana Manso.
Sus nombres: Liz Manzoni, Rocío Montes, Mariana Montes, Florencia Lucero, María Lourdes Timossi, Carina Espósito, Melina Romeo, Melina Espósito, Walter Lucero, Rubén Lucero, Mariano Villalba, Gonzalo Segovia, Juan Condorí y Denys Ramírez. Algunos son bolivianos, otros paraguayos y la mayoría argentinos.
Con sus mochilas y bolsos arribaban en horas tempranas a Villa María.
Traían el alma ancha de felicidad, recibiendo el saludo de todo el personal de la escuela dirigida por Liliana García, quien también quiere a través de esta nota dejar el reconocimiento. Tres días trabajando y sucediéndose efusiones de cariño y bienvenida por parte de ellos y de nuestra gente.
Bajo el apoyo de la Iglesia Comunidad Cristiana de Buenos Aires, ubicada en calle Laguna 1229, Capital Federal, congregación pastorada por Héctor Sgarella compartiendo ideales y sentimientos con su líder Oscar Vena, quien junto a su esposa Alejandra Corsetti realizan obras de amor eligiendo a Cristo como modelo y guía. No importa mucho el credo religioso. Jesús sabe penetrar en el corazón de cada uno para conocer su fe al decir de la historiadora Lucy Suárez.
Los “chicos” protagonistas de este comentario reunieron el dinero para costearse el viaje y algo de pintura para la mencionada escuela. Alegres y entusiasmados, nos enseñaron a ser cristianos auténticos y leer la Biblia desde otra realidad. No quedarse en la cumbre sólo de la palabra sino descender al camino del hacer.
Felices en la tarea aparentemente ingenua, pero remuneradora de trabajar por el espíritu común, haciéndonos pensar que la vida no sólo es luchar por bienes materiales, sino que es una obra de arte y que no existe poesía más lograda que el vivir sabiendo que es mayor dicha dar que recibir. Esta tarea llevada a cabo por estos jovencitos es también un poema escrito con lo mejor de sus sueños, pensando tal vez como Baudelaire que “trabajar es menos aburrido que divertirse”.
Estos hechos vuelven a darnos confianza en el porvenir y mantener un optimismo reconfortante. La clave es el amor. Cuatro letras que deberían regir al mundo.
Puqui Charras
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