Vos saliste de tu casa con pronóstico nublado a pesar del sol. Y cuando llegaste al café y viste que tu mesa de casi siempre estaba ocupada, te arrinconaste más allá. El único que se dio cuenta de tu presencia fue el tipo de la bandeja. Es posible que hasta haya notado algo raro en vos. Y va soltando palabras que son como abrazos. Ya está, ya está. No hacía falta mucho más para que la vida no esté tan sola.
Los Martinotti, Cachaco, Perossi, Delfor Gómez, don Vals, Peplo, Palevich, el “Flaco” Monta, Daniel Sánchez, el Anselmo, Silvia Pereyra, Ramón y Alberto, Eduardo, Sergio, la Vilma de aquel Kimao, Tumas, Barry, Larose, Tara, Pipa, los Córdoba, el Chueco, el Chino, Formini, De Miguel, el Rula, Felipe, Ardiles, Raúl “Chamaco”, Serrano, la Manuela de aquella Madrileña y tantos otros que siguieron el ejemplo de los más veteranos como Julio Morales, del Bar Americano, y Estanislao Ramón Massei, de la confitería del Palace Hotel, que también fue secretario General del sindicato durante varios años. La lista sigue y en cada nombre, en cada apodo, se mantiene también vivo el recuerdo del Gallego Alvarez, Coria, Cena, Quinino, Lupo... y los demás que ya no están.
Amigo del lustrín, amigo de la noche y amigo tuyo, que no es poco, para días como ese que te digo, de pronóstico nublado.
En la bandeja te traen todo. Desde el gusto del cocinero, el detalle del ayudante de cocina... Hay personas que realizan el “laburo” gastronómico de manera tal que te alivian. Son indispensables. Es probable que tengas que ir de tanto en tanto al gastroenterólogo, pero mucho menos al psicoanalista.
Hay de estas personas también detrás de la barra, capaces de adivinar si un hielo es poco y si tres son demasiado. En las rotiserías también hay gente del gremio que cocina para el alma. Y hasta existen los disc jockey que saben escoger el mejor tema para pichicatearte. Saben leer en qué andás, aún en esos días de gris melancolía en los que, a decir verdad, no andás en nada.
Ya sé, me dirán que también “hay cada uno”, que “los pibes de ahora no levantan la cabeza ni por casualidad”... Y sí, viejo, como en todos lados. Hay cada médico, cada abogado, cada astronauta, también. Y cada periodista, que mama mía...
Pero hoy, en el Día del Gastronómico, yo me refiero a los mejores, a los tipos que escuchan del amor, de lo que falta para el alquiler, y se lo guardan en el bolsillo de la chaqueta blanca o del chaleco a rayas.
Me refiero -y reivindico- a los que nos llaman sin señas para que todos los días tengamos ganas de darnos una vuelta, más allá de los estados de ánimo. Porque si creen que hace falta, hasta te dicen que “tenés que entenderla, es una mujer...”. Sí, me consta que alguno de mis amigos de moño llegan a ofrecer consejos que van mucho más allá de la picada o la tabla de quesos.
Y, si pinta la ocasión y el interlocutor lo permite, pueden arriesgar que “el nueve de River es un malerva de aquellos, era más fácil hacerlo que errarlo”.
Muchachos, me dicen que las cosas no andan muy bien desde el punto de vista salarial. Vayan para adelante, como en los tiempos de don Estanislao, pero no dejen la bandeja ni las ollas, que pueden ser espejo o escudo, pero que siempre son las herramiente en la cual nos preparan y sirven la mejor vida posible.
Se viene la fiesta anual. No la dejen pasar. A festejar. Feliz día y gracias por tantos y tantos momentos.
Chinato Garda
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