En el horno del corazón está latente, día a día, el pan nuestro. Ese que alegra la mesa, que es un bálsamo de ternura con su olor característico que recuerda las generosas manos de alguna abuela.
El pan. Alimento surgido de las manos de esos artistas que trabajan de madrugada amasando los sueños de un desayuno, o el esperado alimento de la pobreza. El pan, ese dueño del reencuentro familiar, de la nostalgia, del romanticismo.
Nada mejor que ese hijo del trigo para disparar los sentimientos. Compañero de la Humanidad desde hace miles de años.
Nacido del esfuerzo, del talento, de los trabajadores que hoy festejan su día. Un 4 de agosto, recordando a ese inmigrante italiano, Enrique Malatesta, que llegó al país para realizar el oficio de panadero. Y precisamente el 4 de agosto de 1887, creó el sindicato que nuclea a los obreros de esa actividad.
En 1957, el Congreso Nacional instauró el Día Nacional del Panadero. Desde EL DIARIO le brindamos este humide homenaje a todos aquellos que ponen su corazón para hornear ese producto tan indispensable y reconfortante.
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