Hace apenas una semana, recuperó la libertad luego de pasar nada menos que 416 días entre rejas por un delito que no había cometido. Y cuando intentaba reacomodarse a su nueva vida después de semejante injusticia, volvió a ser “carne de cañón” por parte de dos efectivos policiales, que lo detuvieron por una supuesta contravención.
El joven protagonista de esta historia tiene 19 años, vive en barrio San Martín y se llama Juan Pablo Ramos, quien -al menos hasta el jueves pasado- carecía de antecedentes.
Angustiado por lo que considera una “actitud discriminatoria” de la Policía, decidió poner el caso en manos de la Justicia. Así, a media mañana de ayer se presentó en la Fiscalía de Instrucción del Tercer Turno, donde una empleada de la Secretaría Gesino le receptó la correspondiente denuncia penal.
Por la tarde, Juan Pablo concurrió a la Redacción de EL DIARIO para hacer público no sólo el episodio que le tocó vivir el último jueves, sino también una situación de intimidación policial que sufrió el sábado por la noche en una confitería bailable de Villa Nueva, justamente por los dos mismos uniformados que lo habían arrestado apenas un par de días antes.
Es posible que el “pecado” de Ramos sea tener un par de familiares cercanos con algunas causas en los Tribunales de Villa María, lo que vulgarmente se conoce como “portación de apellido”.
Lo real y concreto es que Juan Pablo debió soportar una arbitraria detención y luego un evidente acoso policial, a poco de haber pasado más de un año “a la sombra” por un asalto en el que jamás intervino, a tal punto que fue absuelto de culpa y cargo por la Cámara del Crimen de esta ciudad.

@ Lo absolvieron

En efecto, el lunes de la semana pasada el juez René Gandarillas ordenó la inmediata libertad de Ramos, luego que el propio fiscal de Cámara subrogante, Horacio Vázquez, y su abogado defensor, Marcelo Martín Silvano, solicitaran su absolución.
Durante el proceso oral, otro joven reconoció su participación en el asalto a mano armada que damnificó a un repartidor de chacinados, al tiempo que desvinculó totalmente a Juan Pablo de esa causa: “No tiene nada que ver”, aseguró José Luis Fardini.
Sin embargo, no sólo la afirmación del confeso autor dejó a Ramos a las puertas de la libertad. La ausencia casi total de pruebas en su contra preanunciaban un veredicto absolutorio y sólo la declaración de un policía, a partir de dichos de terceros, lo incriminaba en el proceso judicial.
Juan Pablo quedó libre el mismo lunes 3 a eso de las 12.30. Dejó la cárcel de barrio Belgrano y rápidamente se puso a trabajar a las órdenes de su hermano mayor Marcos Eugenio, de 26 años, quien junto a su esposa lleva adelante un microemprendimiento de artesanías (confeccionan piletas para baño, guardas y molduras).
El joven denunciante vive ahora junto a su padre en la casa que la familia posee en Tucumán 2475, en barrio San Martín.

@ Otra vez sopa

Pero la recuperación de la ansiada libertad, con trabajo remunerado incluido, no fue todo lo auspicioso que Juan Pablo imaginaba.
El jueves al mediodía salió de la vivienda paterna junto a un muchacho que también trabaja allí, y cuando se dirigían a un negocio cercano para comprar el almuerzo, ambos jóvenes fueron interceptados por una camioneta del Comando de Acción Preventiva.
“Ibamos por calle Mendoza y nos paró un móvil del CAP con dos efectivos, uno rapado, de nombre Adrián, y otro flaquito y alto”, relató Ramos al conversar con un periodista de este matutino junto a su hermano Marcos.
“Nos preguntaron cómo nos llamábamos -añadió Juan Pablo-, pero no nos pidieron el DNI; también nos preguntaron qué estábamos haciendo. Cuando les dijimos que veníamos de ahí a la vuelta y que íbamos a comprar comida, nos dijeron que los teníamos que acompañar.”
Ramos añadió que subieron a la camioneta por sus propios medios, que no fueron esposados y que el vehículo salió rápidamente y con la sirena encendida.
“Nos llevaron hasta la Comisaría, donde nos bajaron con el brazo doblado en la espalda; nos pusieron en un calabozo y a mí me empezaron a decir ‘choro, vos andás robando, vos fuiste el del robo’, mientras un policía le decía a otro ‘yo te decía que lo íbamos a traer de vuelta’; estuve detenido hasta el sábado a las 17”.
En su relato, Juan Pablo, agrega otros detalles: “Me acusaron injustamente de ‘disturbios en la vía pública’ y ‘desorden’, y me dieron 15 días de arresto”, pero como el joven apeló la sanción, pudo recuperar la libertad mucho antes de cumplir la pena impuesta.
Ramos destacó puntualmente que “al menos cinco personas, en su mayoría comerciantes de la calle Mendoza al 2400, entre 17 de Agosto y Ayacucho, vieron el procedimiento de detención y son testigos de que no provocamos disturbios ni desórdenes”.

@ Cartón lleno

Y como si todo eso fuera poco, el mismo sábado por la noche, ya durante la madrugada del domingo, Juan Pablo se topó en una confitería bailable con los dos policías que lo habían detenido el jueves, quienes estaban cumpliendo tareas como adicionales.
Unas cuantas miradas intimidatorias y el permanente acoso de los uniformados fueron motivos más que suficientes para que el joven decidiera regresar a su casa antes de volver a ser víctima de una detención arbitraria.
Ramos concluyó señalando que hoy se reunirá con su abogado y no descarta la posibilidad de pedir un recurso de “hábeas corpus” para evitar situaciones similares.