La clásica y exquisita comedia escrita por el francés Jean Poiret en 1973, que cuenta con una infinita cantidad de representaciones en todo el mundo y con tres versiones cinematográficas, fue montada el pasado jueves, en doble función, en el Teatro Verdi.
Con los protagónicos de Emilio Disi y Rodolfo Ranni, junto a las participaciones de Mercedes Carrreras y Guillermo Bredeston (quien regresa a los escenarios luego de dos décadas), "La jaula de las locas" expone -mediante sutiles y jocosos pasajes- el halo de hipocresía y el aparente sesgo moralizante que envuelve a nuestra sociedad, aún cuarenta años después de haberse escrito la obra.
Con diálogos deliciosos, fina ironía, situaciones de enredos y hasta momentos de reflexión agudos, la pieza plantea el forzado encuentro entre la pareja gay que ha criado a un joven enamorado, Lorenzo, y la familia conservadora cristiana de cuyo seno surgiera la prometida, Muriel. En tren de cuidar las apariencias, Jorge (Ranni) y Albino (Disi), dueños de un club de travestis de Saint Tropez deben oficiar como padre y tío de Lorenzo, ante la mirada del señor Dieulafoi (Bredeston), el padre de la novia y encumbrado funcionario. Hay frases que, en boca de un dúctil y preciso Disi encarnando a un travestido, cobran otro sentido: "Los humanos no somos como los animales, podemos pensar, elegir. ¡Encima que te vas a casar lo vas a hacer con una mujer!".
De todos modos, el "leit motiv" de la pieza lo refrenda un personaje secundario. Guillermo Gramuglia, el actor transformista que fuera coach de La Tota Santillán en ShowMatch, realiza una pequeña intervención por fuera de la trama y en el promedio de la función, como la travesti La Mara, quien señala: "Todos tenemos una loca adentro". Gramuglia luego volverá a integrarse a la obra como el simpático mayordomo gay, para robarse varios aplausos de la platea. Antes, su colega Hugo Olmos hará sus pasos como "bailaora" española. La obra, vale decir, ganó un premio concedido por el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo.
Juan Ramón Seia