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16 de Agosto de 2009
Entrevista
GUSTAVO BORGA - En las VIAS de un POETA
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Por Darío Falconi
eldiariocultura@gmail.com

Estaba convencido y siempre lo supo.
Como si su vida estuviese predeterminada desde un principio.
Dice el primer poema de Hermoso niño rubio (Xión Ediciones, 2006): "Un colibrí / atravesó / con el pico / a un recién / nacido // ¡Será poeta / Gritó / la partera."
Quería escribir, pero su experiencia de vida apelotonaba las palabras y no podía exteriorizarlas. No salían.
Las sombras de una vida poco feliz lo empujaron a psicoanalizarse, y al poco tiempo nació su primer poema. Era un llamado, un rayo de sol en las tinieblas. Sorprendido por ese logro, inicia un taller literario y comienzan a brotar sus escritos.
"Caí / de rodillas / el día / que el sol / me atravesó // Me levanté // y comencé / a escribir." El poema de apertura de su libro debut, Patitos degollados (autor, 2002), es el reflejo de ese quiebre, de ese comienzo.
Desde niño leía lo que encontraba, gastaba su dinero en libros y hasta robaba para comprárselos. Las historietas fueron una lectura obligatoria, además de consumir cine todos los domingos, cuando con su tío iban al cine en las recordadas motos Puma.
El es Gustavo Borga, un ferroviario, un tipo que escribe las biografías de sus libros con la brevedad y contundencia de sus poemas.
Su poesía está impregnada de lo familiar, del dolor vivido, de sus lecturas literarias y de las de la gente y ciudad. Una poesía, descarnada muchas veces y bella tantas otras.
Lo cierto es que está experimentando un cambio, como si las vías que recorre lo fueran llevando a distintas estaciones; desde lo más oscuro de las sombras que urgía sacar, hasta su nueva poesía que va buscando una nueva luz.
Muchas veces escuché que la literatura te salva o te hunde, y éste es un claro ejemplo de la primera opción, el poder de la literatura se hizo sentir, el poder de conectarlo con lo bello, con el mundo y la sociedad.
A punto de aparecer se encuentra Poesía reunida (llantodemudo, 2009) y está preparando su tercer libro de poesías Estoy volando.
Estamos en su casa en Villa Nueva. En una fresca mañana me encuentro con él, con un Gustavo más suelto, más emotivo y locuaz del que yo creí conocer. Sentados en la cocina, mientras espero un té de hierbas naturales observo varios libros sobre la mesa y pilas de discos en un rincón.


—Venís leyendo desde hace mucho, a pesar de que comenzaste a escribir de manera "tardía".
—Pensaba cuando vinieras acá, porque nunca sé qué contestar… yo leí siempre desde muy chico, me aferré a la lectura, siempre supe que lo mío iba a ser la literatura; es decir, cuando empecé a leer, me gustó tanto que supe que iba a leer siempre, durante todo el resto de mi vida nunca iba a dejar de leer. Cuando comencé a leer, yo no sabía que existía otra literatura que no fuera Kafka, Dostoievski, Pessoa… Al empezar a ir al taller de Dolly (Pagani) me di cuenta que había una literatura local, o que yo no la conocía o la subestimaba y eso fue algo novedoso y bueno para mí; poder comprobar que había una literatura local, incluso que yo podía hablar con esos autores, eso me sorprendió mucho. Saber que muchos de ellos eran muy lectores y que escribían muy bien, no como Dostoievski, Herman Hesse o Hemingway, pero eran muy buenos y eso fue para mí un descubrimiento muy grande, porque cuando yo empecé a escribir, me corregían cosas, o me decían "no pongas esto", así que fue algo muy novedoso y lindo.

—¿Y por qué te arrimaste al taller literario? Vos habías leído mucho, pero nunca habías escrito nada, ¿o sí?
—Llevaba un diario, está todavía por ahí, pero muy mal escrito. Lo que pasa es que a mí me gustaba escribir pero no podía, lo intentaba, pero no me salían las palabras y veía que lo que hacía no era algo auténtico, no era algo mío, que naciera de mí, que saliera de mí, y yo quería escribir algo que saliera de mí.
Yo sabía que lo mío era la literatura, pero no podía, no sabía cuál era el tema sobre el cual escribir, pero yo sabía que tenía que escribir sobre algo. Entonces hago un proceso, empiezo a hacer psicoanálisis y al poco tiempo de la terapia escribo mi primer poema, después de finalizarlo empiezo a ir al taller de Dolly.

—"Dios no existe, Patricia…"
—Sí, el poema se llama así, ahora va a salir publicado en una compilación que sacará la Editorial Llantodemudo. Me van a reeditar la obra, mis dos libros. Ese poema va a salir sin título, me costó mucho laburo hacerlo; pero lo que más me sorprendió fue darme cuenta de que el primer escrito que hice fue un poema; porque lo que me gustaba y me gusta mucho es la prosa, el más sorprendido fui yo. Es más, tuve la oportunidad de conocer a Dolly, porque caí en un buen lugar, en el grupo había gente que me recibió muy bien, porque yo vivía al margen de la sociedad. Si bien leía, yo era un marginal, y a través de ese taller es como que yo me reincorporo a la sociedad. Siempre digo que ese grupo de personas: Marina Giménez, Alcide Fornero, Adriana Claudeville, Puqui Charras, Lina Master, Martha Colasanti, Dolly… seguramente me olvido de alguna; fueron quienes me ayudaron mucho en mi vida personal, siempre estaré agradecido a ese grupo de personas.

—¿Durante cuánto tiempo estuviste en el taller?
—Habré estado un año y medio, fue una época muy importante, porque todos los días escribía un poema, añoro esa época, "Patitos degollados" salió así, venían uno atrás de otro los poemas. Después todo se fue frenando y ahora cada vez escribo menos.

—¿Por qué razón escribís menos?
—Supongo que lo más importante lo dije, de todos modos, es una experiencia muy hermosa escribir, es una de las cosas más hermosas que me han pasado en la vida. Escribir un poema, aunque aun así con el tiempo ese poema no te guste, es una experiencia fabulosa. Escribo poco, pero cada vez que me sale un poema -eso tan extraño que no sabés de dónde viene- cada vez es más lindo. Antes tenía que ver con el sufrimiento, por cosas que yo tenía que decir, cosas que me habían ocurrido, pero ahora el proceso es más lindo, lo que me está ocurriendo es una experiencia que me hace mucho bien, me siento muy bien cuando escribo algo, cosa que antes no me ocurría.

—¿Cuando escribís un poema es porque te sentaste y salió o lo venías pensando? ¿Forzás la escritura?
—Nunca fuerzo la literatura. El poema viene en un momento inesperado. La literatura es un territorio sagrado, sobre todo el de la poesía y la voy a respetar y no voy a forzar un poema. No lo hice nunca ni lo voy a hacer, forzar un poema, escribirlo, para poder publicar un libro no, es algo que viene inesperadamente. Creo que en la prosa es diferente, pero en la poesía es algo sagrado: el poema viene de algún lado, últimamente pienso que viene de afuera, antes no. Cuando escribí "Patitos degollados" me parecía que todo lo vomitaba, que salía de adentro, era una cuestión como un vómito; en cambio este proceso que estoy viviendo ahora es como que los poemas vienen de otro lado, es una experiencia hermosa. Es algo raro y lindo, eso ocurre cada tanto, ojalá sucediera más seguido. La ventaja que tenemos la gente que amamos la literatura es la lectura, vos agarrás un autor, un Pessoa, Tennessee Williams, Silvia Plath, cualquier tipo de esos -por hablar de los grandes autores- y eso te hace mucho bien, es la gran ventaja que tenemos los que escribimos, estamos enamorados y esos autores nos transportan, nos hacen muy felices… El caso de Glauce Baldovín o de Edith Vera. En cualquier momento nos sentimos reconfortados leyendo esos autores que amamos, no necesitamos escribir.

—¿Qué autores locales te gusta leer?
—Lo que yo leo y me gusta es Edith Vera, Iván Wielikosielek, Fabián Clementi, Silvina Mercadal, Carina Sedevich... Yo tengo séptimo grado, pero me parece que lo de ellos es de muy buen nivel en literatura. En el caso de Iván creo que cumple una doble función, primero como periodista, él ha cambiado para siempre el periodismo de Villa María, lo sacudió, lo marcó para siempre. Con las cosas que ha escrito, con las cosas que ha dicho y la forma de abordar las notas, el periodismo local nunca más va a ser igual después de él. Tiene un estilo muy particular, que lo subestima un poco, creo que es el mejor y no sólo en el periodismo sino que marca la literatura, cayó del cielo, porque la prosa de él es una de las mejores de Córdoba. Es de esos tipos que le hacen bien a la literatura, porque hay gente joven que se va a animar a abordar la prosa como él la hace, como diciendo: se puede escribir de esta forma. Al tipo lo tenemos en Villa María, es un tipo común y corriente pero con mucho talento. La poesía de él no me gusta. Mercadal, es excelente. Lo de Fabián me gusta mucho, ojalá yo pudiera escribir como él. Me mostró su último libro y me parece muy bueno. Fabián es el futuro, sólo vimos una pequeña parte de lo que puede dar. Y por supuesto Edith, "El arbolario" creo que es la mejor obra de Villa María, casi te diría que es imposible superar ese nivel. Y después un grupo de escritores que han escrito mucho pero que están inéditos y lo que yo he podido leer es muy bueno, sería importante que publicaran, porque hay un hueco allí, un vacío, le harían muy bien a la literatura. Yo espero con ansiedad sus libros. Es el caso de Mario Moral, Marina Giménez y Fabiana León, que han escrito bastante.

—Contame cómo es la próxima edición de tu libro en Llantodemudo.
—Llantodemudo me editará mis dos primeros libros en uno solo, incluirá mi primer poema que estaba inédito, unos haikus y un cuento que leí alguna vez en la Universidad. Van a rediseñar la tapa y saldrá pronto. A los poetas nos pasa que escribimos y después no nos gusta lo que hacemos. Por eso trato de hacer una tapa más o menos, para que cuando la agarres con el tiempo, por lo menos te guste la tapa. Eso va a ser más que nada para Córdoba, porque acá los libros se han leído.

—Veo que comprás muchos discos y libros.
—Sí, me doy con los gustos, para comprar DVD y libros me prohíbo de otras cosas, podría tener un auto o una mejor casa, pero mi gusto es éste; son gustos que no me podía dar en otra época, cuando era chico, cuando llegué a robar libros, o a vender cosas de mis viejos. Ellos le echaban la culpa a otras personas que visitaban la casa, ¡no! era yo quien los vendía (risas). A los chicos que lean este reportaje les digo, róbenle las cosas a los viejos mientras compren libros, para otras cosas no; pero si van a leer a Kafka, a Walt Whitman o Robert Louis Stevenson, les aconsejo que le roben las cosas a los viejos. Los libros son mejores que el oro y los va a hacer mejores personas. Un libro te va a enseñar más que ir a algún colegio, vos leés a Roberto Arlt y te va a enseñar más cosas de las que te pueden enseñar en cualquier colegio. Los chicos que lean a Salinger o Abelardo Castillo van a ser mucho más felices que asistiendo a todas estas instituciones que hay en el mundo.

—Finalmente una pregunta que hago muy seguido, ¿creés que en el ambiente literario hay mucho egoísmo?
—Existe en todos lados, somos muy egoístas, porque es una profesión muy solitaria, a veces nos creemos dioses, pero se soluciona fácil, vas y leés a Glauce Baldovín y quedas ahí abajo. Esas lecturas te ubican en el lugar donde cada uno tiene que estar. Es como cuando uno está jugando al fútbol en la "B" y te sientan a ver un vídeo de Maradona, creo que te das cuenta enseguida de que el otro es un genio. Es difícil manejar al ego, hay que pulverizarlo al Yo, matarlo al Yo, porque eso es lo que te da la felicidad. Pero la literatura ha dado gente muy piola como Kafka, Juan L. Ortiz, Abelardo Castillo… Edith Vera tiene que haber sido así, por lo que me han contado de ella, porque no la conocí. Nadie me habló mal de Edith. Ahora en mi próximo libro escribo sobre ella, creo que ella está en el corazón de la gente, que trascendió, por eso es grande. Me di cuenta cuando estuve con algunos poetas de la ciudad, hablaban de ella y se les humedecían los ojos, porque tiene que ver con lo sentimental. Es una figura muy fuerte. Después cuando estuvimos en el grupo "Invisibles" con Mario Moral, Omar Alvez, Fernando de Zárate… Le habíamos hecho un homenaje y salimos a repartir volantes. Sucedía que cuando entregaba alguno, la gente hablaba con emoción de Edith, yo me sorprendía. Había mujeres grandes que decían que a sus hijas les leían los poemas de Edith y éstas a su vez les leían los poemas a sus hijas, una cosa de no creer. Edith reunía los dos aspectos, lo humano y lo literario. Allí me di cuenta de lo grande que fue, porque trascendió eso tan imposible, trascendió la literatura, está en el pueblo, en el corazón de la gente y eso no lo logra nadie.

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