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21 de Agosto de 2009
Futbol nacional
Los poderosos de siempre
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Escribe: Juan Manuel Gorno
(De nuestra Redacción)


Días previos al estallido general de la batalla por el negocio del fútbol, un grupo de desconocidos, hinchas “auto convocados” -según TN- protestó en la puerta de la AFA, cuyas paredes terminaron pintadas con una furiosa pintura roja y dos palabras más furiosas todavía: “Grondona ladrón”.
Reunido en la sala mayor del Comité Ejecutivo, Don Julio, como siempre, sólo dejaba pasar el momento, consciente que la próxima movida ajedrecística podía ocasionar este tipo de ribetes.
Tal vez porque resulta ser el dirigente más envidiado de los otros poderosos, el vicepresidente de la FIFA sabía de antemano que el circo de la vereda -a la hora pico de todos los programas deportivos, radiales y televisivos- poco tenía que ver con la postergación del fútbol.
Transcurrieron apenas minutos y en otras veredas y reuniones del país, se reinstalaba el comentario repetitivo en contra de su persona.
El juego siguió y sumó capítulos, como todos saben, pero ese momento fue apenas el prólogo de otra novela de poderosos, aquellos que el pueblo vota y aquellos que el pueblo consume.
Esta puja se asentó desde hace años en el país y Grondona fue sólo una parte de la historia. Se acomodó de acuerdo a las circunstancias y a la pasividad del pueblo, que tuvo la tendencia de aceptar bajo resignación, primero, desde los grandes clubes, la billetera de la empresa compra medios, y segundo, desde la calle, la discriminación y el negocio agresivo que esa empresa hizo a través del fútbol.
Mientras, en el Estado se jactaban de tener el dólar uno a uno y de resaltar las virtudes de los grandes poderosos extranjeros que se instalaban de Ushuaia a la Quiaca para aprovechar las tierras y la mano de obra barata.
Con el tiempo, la Casa Rosada fue cambiando de habitantes, aunque Grondona siguió firme en su silla y quienes manejaban el gran diario argentino bebieron el elixir más fuerte que los poderosos pueden tener: el mayor porcentaje de manipulación y persuasión en la vida del pueblo.
Desde entonces fuimos alegres y tristes con la vuelta de Maradona, divertidos o enfadados con Tinelli, sorprendidos con Mónica Lewinski, alterados con Ben Laden, engañados con las fórmulas Alvarez-De la Rúa y Fernández-Cobos, escépticos con el tren bala, optimistas y frustrados con Bielsa y hasta embobados con Rial. A todo esto apareció el corralito en el país y en el banco de suplentes; Macri saltó de Boca a la Intendencia de Buenos Aires; Ramón Díaz ganó más adeptos en la carrera por convertirse en el riojano más querido; el seleccionado de Brasil amplió la diferencia en los mundiales; el campo entró en lucha tras el boom de la soja y los campitos de fútbol fueron aplastados por el boom inmobiliario; aparecieron los emos, los floggers y las figuritas juveniles de dos partidos jugados; De Narváez se disfrazó de tipo común y hasta el popular político hincha de Banfield volvió al ruedo después del descanso.
El vértigo nos llevó al punto extremo donde hoy, en cualquier momento y horario, aparece Jacobo Winograd para no hacer olvidar al público que billetera mata galán. En todo caso, está Mirtha Legrand para seguir de almuerzo con nosotros, como si fuera de la familia.
Lo concreto que, en estos 18 años que pasaron del convenio entre la AFA y el grupo Clarín, los poderosos de siempre marcaron el camino y aún argumentan posturas ridículas que la gente acepta por el simple hecho de vivir en los tiempos que corren. Encima, parece que en este país los únicos corruptos son los políticos y los únicos que deben recibir la verdadera educación son los pobres, no los ricos que generan la pobreza.
La ley de los poderosos, entonces, declara que lo inmoral sólo debe pasar por ellos, no por la plebe. Si no pregúntele a Berlusconi, el vecino del Vaticano que hace caso omiso a los diez mandamientos y, un año después que su club se fue al descenso por sobornos a los árbitros, parte de festichola en su yate para luego defenderse con una frase: “No soy ningún santo”.
Grondona podría decir lo mismo. Y el grupo acaparador de medios seguramente cambiará el discurso: Dejará de lado tanto fútbol, se olvidará un ratito de las botineras. Dirá que Don Julio no tiene límites y que el país “padece la presencia de muchos pobres que salen de cualquier lado”, claro... Salen, sobre todo, del sistema de exclusión que ellos mismos generaron por algo más que un simple codificado.

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