"¡Estaba tan elegante, tan esbelto, plegado y dentro de su funda! Un paraguas cerrado es tan elegante como es feo, un paraguas abierto. Es una desgracia esto de tener que servirse uno de las cosas -pensó Augusto- tener que usarlas. El uso estropea y hasta destruye toda belleza. La función más noble de los objetos es la de ser contemplados. ¡Qué bella es una naranja antes de comida!" Miguel de Unamuno, Niebla
Diego comenzó en 2000 acompañando a un amigo artista en su recorrido por distintos basurales, en busca de piezas en desuso y quedó deslumbrado con la idea de “rescatar del olvido” nobles partes desechadas por la vida moderna. Su estilo es espontáneo, deja que las piezas encontradas, que trata de reformar lo menos posible, conduzcan su imaginación y sugieran la composición.
Diego me dijo sin siquiera mínimas muecas de alarma que no era tan distinto, que no había la diferencia que a priori se supone entre él (un escultor) y un pintor, un escritor o el loco de Spinetta con su viola delirante. Es otro el producto que se obtiene, es cierto, pero hay algo parecido, invisible, que los lleva a todos ellos desde sus adentros hasta sus contornos, y a nosotros sólo nos es dado ver el producto final, y no lo que les pasa a ellos intelectual, visceralmente. ¿Por qué Rubén Darío eligió esa palabra y no las otras 3.515 que anidaban en su cabeza de ebrio? ¿Por qué Spinetta le agregó un dedo a ese Do mayor cambiándole el matiz? ¿Por qué Quinquela Martín vio al marinero que tenía a doscientos metros y no al cordón de la zapatilla derecha que tenía puesta? Elegir no es sólo tomar algo, quedarse con una opción, sino desechar todo lo otro, y eso es lo grave. Porque a fin de cuentas elegir es bello, es quedarse con algo, el problema es todo lo demás, lo que perdemos, aquello a lo que decimos no, ya fue, basta. ¿Acaso no es bello estar enamorado? ¡Claro que sí! ¿Pero no son bellas, también, todas las otras mujeres que pasan por mi lado? Pero volviendo a Diego (siendo que se trata de él, no tengo que irme a cada rincón al que mi caótica mente me lleve a la rastra) digo que es tentador pensar en por qué los ejecutores del arte eligen eso que eligen y no otra cosa. Algo les pasa adentro, seguro, y lo expresan con su piano o su pincel. Por eso decía Diego que no hay tanta diferencia. Y una de las cosas que creo le pasan a él por dentro está relacionada a los objetos. La cita inicial, de una novela de Unamuno, habla de la belleza y la nobleza de los objetos: ambas virtudes, escribe, residen en ser contempladas. Lograda idea filosófica, ¿pero cómo se la explico a un escultor, uno que se sirve de las cosas, que las martilla y las dobla, las pone bajo el cetro de su voluntad para que le rindan adecuadamente, y si no simplemente las desecha? Buena pregunta, Mauro, buena pregunta. No tan buena, mejor es la respuesta más diegana que maurística por cierto: Diego decidió que a sus esculturas las hace, las conforma de cosas; y no que a las cosas las deforma en esculturas ¿cómo, cómo? Ahí va: Diego, según dice él y he visto yo, toma objetos de distintos materiales que encuentra en cualquier rincón del universo por el que ande muriéndose un poco, lo mira y normalmente ve en él más de lo que vos y yo veríamos, y entonces grita ¡eureka! con sus ojos de escultor (corrijo, su mirada de escultor). Allí está, esa es la obra, tal cual está. Quizá la combine con otros objetos, pero cada objeto tiene un valor en sí mismo, como una belleza que le es propia y que Diego no se cree con derecho a quitarle (hace bien, ¿quién se cree que es, si no?). Así los usa pero no los usa, les quita, pero les devuelve la belleza, una belleza reciclada probablemente. Es como que los redime, les quita la orfandad en que por estos días descartables los han dejado. Quizá les cambie la identidad, es verdad, pero mejor eso que ser nadie. Sin embargo mi otro yo, mi Mauro opaco me dice en tonos menores, me exige recordar un pedacito de náusea, de La náusea de Jean Paul: “Los objetos no deberían tocar, puesto que no viven. Uno los usa, los pone en su sitio, vive entre ellos; son útiles, nada más. Y a mí me tocan; es insoportable. Tengo miedo de entrar en contacto con ellos como si fueran animales vivos.” Pregunto, no será que Diego está acosado por las cosas, que lo han puesto bajo su regencia algunas cosas de poderes sobrehumanos sobre humanos; no será Diego víctima de la materia que quiere verlo a sus pies; será que algún gobernante del país de la cosa lo obliga diariamente a tomar sus heridos y tornarlos belleza irrefutable, apología del reciclaje. De la basura al arte… qué mejor forma de ser humanos.
- ¿Quién sos? - Un hombre trabajado por el tiempo, un hombre que ni siquiera espera la muerte (las pruebas de la muerte son estadísticas y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal), un hombre que ha aprendido a agradecer las modestas limosnas de los días: el sueño, la rutina, el sabor del agua, una no sospechada etimología, un verso latino o sajón, la memoria de una mujer que lo ha abandonado hace ya tantos años que hoy puede recordarla sin amargura, un hombre que no ignora que el presente ya es el porvenir y el olvido, un hombre que ha sido desleal y con el que fueron desleales… Y no recuerdo como sigue… es de Belén Franchece
- ¿Qué es la vida? - Una breve aventura química sin sentido.
- ¿Qué hacés respondiendo esto en vez de estar haciendo algo útil? - Lo mismo digo querido entrevistador. Quizá somos dos defensores de causas perdidas. Quizá sean nuestras favoritas.
- ¿A qué hora te levantaste? - Aún no me levanté, estoy contestando esto desde la cama. Nos hicieron creer que hacer cosas sin movernos es mejorar nuestra calidad de vida. O que la felicidad reside en poder elegir entre quince marcas distintas de, por ejemplo, papel higiénico.
- ¿Te gusta estar vivo? Y si no, ¿por qué no te morís? - Tengo mis dudas de si estoy vivo. Y en todo caso que lo estuviese, soy curioso y no me quiero perder el final. Un amigo dice que morir va a ser la última gran experiencia. Discrepo a veces con él, según como uno muera. Imaginate, estás ordenando tu casa para recibir a una señorita y te das cuenta que tenés quemado el foco del comedor donde vas a servir la cena. Te subís urgente a cambiarlo y mientras lo hacés te agarra la corriente. Es una forma absurda de morir, no tiene nada de ¡última gran experiencia! La vida es cínica por momentos…
- ¿Qué tienen que ver con vos tus esculturas? - ¿Perdón? ¿Esculturas? Dame un minuto querido… ¿Che, este pibe quién es? ¡No dejen entrar a cualquiera!
- ¿Qué pensás que tu arte puede brindarle al mundo? - En todo caso que sea arte lo que hago, sólo hace más soportable mi existencia. Con suerte genera algún pensamiento en quien lo ve. El arte no sirve para nada. Un cuadro, una canción o un poema no detuvieron jamás una guerra, no acabaron con el hambre y tantas otras calamidades. Hace falta mucho más que eso. No me lo imagino a Bush contemplando el Guernica e inmediatamente después detener alguna invasión. - ¿Vas a cambiar el mundo, sí o no? - Si, claro, mañana empiezo.
- ¿De qué equipo sos hincha? ¿Por qué? - Siempre soy del equipo contrario. Para fastidiar nomás.
- ¿Tengo a Dios en el teléfono, querés decirle algo? - “¡¡¡Te vamo agarrá entre todo!!!”
- ¿Cuál es tu comida preferida? ¿Por qué no la comiste hoy, o es que la comiste? - No tengo comida preferida. Prefiero que haya comida.
- Hacé de cuenta que los dos somos humanos: ¿qué me recomendás? - Evitá los amigos. Van a estar siempre en su elemento en tus momentos de derrota.
- Hacé de cuenta que vos sos el periodista y cerrá esta nota como si Diego fuese un tercero. - Si se rió, vamos bien. Si se ofendió, lamento decirle que no comprendió ni una palabra. Por tal caso el entrevistado adjunta al final de esta nota un correo donde dejar todo tipo de vituperios.
- Gracias, pero por favor, ya ponete a hacer algo útil. - Estoy en eso… “¡¿Quiere agrandar su combo por cincuenta centavos?!”
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