Con un comienzo arrollador y un tanto sobrecargado, inició el espectáculo de music hall “Morocha argentina”, anoche en el Teatro Verdi.
Ante una audiencia que ocupaba cerca del 80% de la sala, se desarrolló una propuesta nutrida con varios y disímiles ingredientes artísticos, con los que intentó imprimir desde el vamos un carácter dinámico y explosivo.
Con la colaboración del cuerpo de danza (con una dosis extra de exaltación por parte de los bailarines masculinos), se pergeñó la primera entrada de la esbelta y destacada vedette, Laura Fidalgo, junto a su “co-equiper” Miguel Brandán.
La escenografía, munida de una estructura simple y móvil, funcionaba como divisorios de los desplazamientos de la pareja principal, que en las dos intervenciones sucesorias demostraron su gama de habilidades y destrezas en diferentes ritmos.
La sensualidad y carisma que ofrecía Fidalgo, tan mentada en los diferentes teatros de revista que ha participado como en el “Bailando por un sueño”, concentraron el punto de atracción de la platea. Más temprano o más tarde en la evolución del show, la artista demostraría sus otras facetas, como el canto y la actuación (sátira de “vedette gorda”), pero siempre dentro de los parámetros “televisivos” que imponía el show (de hecho, hasta se incluyó la voz en off de Tinelli en una de sus entradas).
Entre tanto despliegue de pasajes coreográficos, el espectador apreció las celebradas apariciones del cordobés Martín Bustos, ganador de “Talento Argentino”, quien cosechó aplausos gracias a personajes como el “Pastor Quemau”. A base de histrionismo y buen manejo de la audiencia, el joven humorista satirizaba a los “tele-pastores” ofreciendo la salvación mediante generosos diezmos o diversos productos anti pecados como “la nuez de Adán” o el “jabón de Poncio Pilatos”. La viñeta musical estuvo a cargo del preciso grupo Abbamanía quien recreó en vivo los éxitos del cuarteto sueco como “Dancing girl” y “Chiquitita”.
Juan Ramón Seia