Escribe: Juan Manuel Gorno

La ansiedad fue mala compañera en Alumni. Llamó a los nervios y éstos se pusieron al lado de la bronca, que se hizo una fiesta con un protagonista de lujo: el árbitro Edgardo Sager. De allí al debut doloroso hubo un solo paso, el de las expulsiones tempraneras y, en su consecuencia, el de la derrota.
Juventud Antoniana, el visitante, aprovechó cada centímetro de nervio que dejó el equipo dirigido por Rubén Agüero y cada “error” del juez del partido para ganar 1 a 0 en el estadio municipal. Pero alguien dijo que si la historia está escrita por los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia...
En realidad, los salteños buscaron poco hasta que se encontraron con la victoria, pero el propio Alumni, con una dosis garrafal de quien debe impartir justicia, cometió errores imperdonables para un equipo con aires de pelear por cosas importantes.
Lo sabe el propio Agüero, quien después del partido avisó que hablará con los jugadores para que no vuelva a pasar lo que pasó: dos expulsiones en el primer tiempo, varios amonestados, un gol en contra antes de los 15 minutos...
Fue precisamente el período inicial lo que molestó, ya que si bien el equipo fortinero quiso imprimir su sello con la velocidad de sus delanteros, se vio sorprendido por la superpoblación de hombres en el medio que tuvo el rival. Encima, un jugador con gran despliegue, Carlos Medina, hizo de parabrisas para recuperar en la zona caliente y cortar al medio al elenco local. Eso provocó que Lucas Godoy se convirtiera en lanzador lejos del arco de enfrente y recién pisara el área cuando la jugada llegaba desde el otro sector.
Así, el estratega del equipo villamariense -tirado sobre la izquierda- pesó poco y en cuenta gotas, más allá que por momentos no lo entendieron o el piso le jugó en contra cuando estuvo a punto de anotar.
El contraste fue Juventud Antoniana, que tuvo a un enganche convertido en media punta, Marcos Navarro, y lo utilizó constantemente para lastimar no sólo en el único gol del partido, sino también en las faltas que provocó.
Apenas tuvo su chance, a los 12 minutos, el diez salteño llegó al gol, aprovechando un pase corto y al vacío de Acosta para encarar por izquierda, eludir a Marcelo Berardo y definir con zurda.
Lucas Godoy no quiso ser menos y, tras esa conquista, entró más en contacto con la pelota, pero no encontró circuito de juego en el resto de los volantes y se vio asfixiado por la marca. No obstante, cuando Alumni repuntó en el rendimiento, llegó la primera roja del partido y David Reano, uno de los refuerzos para esta temporada, se fue a los vestuarios por aplicarle un golpe sin pelota al diez de Juventud Antoniana.
Ese fue el momento de mayor tensión en Alumni porque los jugadores, lejos de calmarse o encontrar respuestas en lo futbolístico, se desesperaron de tal manera que el árbitro -implacable contra los locales y permisivo con los visitantes- se hizo protagonista mostrando amarillas por protestar.
Semejante panorama le jugó en contra a Lucas Godoy, quien sobre el cierre del primer tiempo metió una plancha y debió irse expulsado por doble amonestación, bajo el insulto de algunos hinchas que esperaban otra cosa de su regreso.
Antes, sólo Conrado Besel, en un contragolpe encabezado por Medina, tuvo la chance de aumentar el marcador para Juventud, pero su jugada personal -esquivando a Berardo con un toque- terminó con una pifia. ¿Se habrá contagiado de él Carlos Herrera? Porque el goleador de Alumni tampoco estuvo fino y falló dos veces antes del final de la etapa, primero con un tiro elevado, en la puerta del área chica, y más tarde con un disparo de media distancia que salió apenas desviado.
Sin embargo, en el complemento, no fueron las falencias de Alumni la que derivaron en la victoria de Juventud Antoniana, sino todo lo contrario. Allí debió reaparecer Sager, esta vez, para disfrazarse de Mister Magoo y desatar la calentura en las tribunas locales, donde se percibía una impotencia punzante.
Es que Juventud Antoniana no necesitaba una mano para ganar, pero salió dormido, a especular, más allá que Navarro siguió enchufado y que Besel arrancó con un cabezazo al lado del palo.
Alumni, en cambio, creció con las modificaciones y se contagió de la voluntad y la aceleración de Román Strada, sobre todo cuando éste generó una acción individual que, si bien no terminó bien, hizo estallar al público en las tribunas, como enviando un mensaje de texto que rezaba: “Sí, se puede”.
Basado en la ilusión y el esfuerzo general, el equipo villamariense se hizo protagonista, aún con dos menos, y si no logró empatar fue por obra y gracia del árbitro, que lo bastardeó con faltas inexistentes y no le cobró un penal muy claro (ver página 17), hasta finalmente ver una mancha y expulsar a Gabriel Bolatti, como corolario de un partido a toda bronca de Alumni, en su debut olvidable.