Luego de abandonar el apacible vientre materno el bebé se sumerge en un mundo acústico por excelencia. Oye desde el nacimiento y es sensible sobre todo a la voz humana, disfruta si le hablan o le cantan. Puede responder ante un sonido fuerte con una reacción de sobresalto, con muecas faciales, parpadeo, movimientos corporales, callándose si está llorando o llorando si está callado. Detener el reflejo de succión o modificar su ritmo respiratorio y su frecuencia cardíaca.
¿Cómo aprenden los niños a hablar?
Los bebés escuchan hablar a su alrededor y pronto empiezan a imitar, produciendo sonidos parecidos al lenguaje. Además algo sucede cuando producen un sonido y eso los alienta a que produzcan más, obtienen refuerzo positivo y lo usan nuevamente. Los primeros sonidos de "no llanto" que hacen los bebés ocurren cuando están contentos y consisten en arrullos, vocales largas y sonidos de gorgojeo. Hacia los seis meses los sonidos se hacen más cerrados, repetidos y frecuentes.
Existe una relación entre la cantidad de juego vocal madre-hijo y la cantidad de vocalización que realiza el niño. Los bebés con trastornos auditivos empiezan a vocalizar al mismo tiempo que los bebés sin trastornos, pero al no recibir los estímulos auditivos, suelen tener una deficiente vocalización y variación de sonidos. Esto se debe a que el gorgojeo es primero una respuesta innata y posteriormente puede ser modificado por el estímulo ambiental. El gorgojeo no progresa si no hay una adecuada percepción de los propios sonidos y los de los padres al contestar.
La sordera de lactantes y niños que aún no caminan es fácil de pasar por alto. Las demoras en el diagnóstico y en el tratamiento pueden llevar a dañar el desarrollo del lenguaje, generando desventajas o trastornos de por vida. La mejor acción es la prevención.
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