Lo tomaron por sorpresa. El no sabía nada y el sábado a la mañana lo “secuestraron” un rato con la excusa de ver otras cosas en la sede. Fue el tiempo necesario para fijar en las paredes de la palera donde se resguardan los equipos de los jugadores un testimonio de gratitud nunca tan acertado.
Don Monge (foto), así, a secas, se conoce al hombre servicial que toda institución necesita. Es que el bueno de don Ricardo, junto a su esposa Irene y su hijo Guillermo son los responsables de una confianza plena, de una dedicación total que garantiza la custodia de las valiosas herramientas de los jugadores.
Celoso responsable del enorme capital que representa para los aficionados, ya sea de un sofisticado equipo de acreditada marca como de un modesto juego de principiante, para todos hay siempre la misma solícita atención.
Justo reconocimiento en la plaqueta y la conceptuosa dedicatoria con que el Villa María Golf Club materializó tan merecido afecto fijando en los muros de la palera el nombre del servidor que ya superó dos décadas ganándose el afecto de todos. Lo acompañaron sus familiares -“confabulados” con el tributo- y el gran protagonista está aquí: Don Monge, un amigazo de ley.
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