El jueves llegamos a Buenos Aires a las 7.20. Teníamos que realizar trámites para nuestra cooperativa, editora de EL DIARIO, a partir de 8.30. Matamos esa primera hora en un café de los que están ubicados enfrente de la Plaza de los Dos Congresos. El mozo nos alcanzó amablemente el Clarín y nosotros cruzamos a comprar Página/12 y Crítica. En este último matutino hallamos la columna de Reynaldo Sietecase con la que se inicia esta página.
Las letras nos fueron calentando y aclarando una mañana que comenzaba fría y gris, la del día en que empezaba a tratarse en comisiones del Parlamento un proyecto para una nueva ley de medios audiovisuales.
Sobre las 10 habíamos completado dos de los trámites que figuraban en nuestra agenda, ante representantes de la Red Gráfica y del INAES. Una tercera reunión, con DyPRA, se posponía para las 15. ¿Y entonces? La pasión periodística nos llevó hasta el segundo del edificio anexo del Congreso.
La presidenta de la comisión de Libertad de Expresión, Silvia Giudici, intentó frenar el debate exigiendo que antes se estableciera una metodología de trabajo, inclusive previo a que el titular del Comfer, Gabriel Mariotto, explicara el proyecto y sus porqués. Lo cierto es que el funcionario pudo hablar y seguidamente comenzaron a tomar la palabra los legisladores. Una de las primeras fue Graciela Camaño, la esposa del sindicalista Luis Barrionuevo.
La mujer se extendió explicando que no era oportuno el tratamiento y se extendió más y más, exasperando a muchos integrantes de las entidades que acompañaban en la sala, que saben que una de las estrategias de los grupos interesados en impedir la sanción de una nueva ley pasa precisamente por dilatar. Desde la tribuna se le pedía que terminara. Y alguien tuvo la imprudencia de pedirle: “Terminá, Ernestina”, aludiendo a la dueña de Clarín.
Camaño aprovechó el exabrupto y, cuando terminó, fue con un “asesor” con pinta de patovica en busca de un joven de unos 30 años que se hallaba parado a nuestro lado. “Si tenés huevos salí a la calle que te cago a trompadas”, le dijo la señora diputada al interlocutor elegido. Seguidamente, su robusto asesor hizo lo que tenía que hacer y el chico cayó al piso. Lo empezaban a arrastrar hacia afuera cuando la diputada Victoria Donda dijo que el muchacho trabajaba con ella y también con la diputada Cecilia Merchán. Entonces lo “salvó” y lo paró a su lado, en el sector que ocupaba junto a los legisladores Miguel Bonasso, Carlos Raimundi y Claudio Lozano.
Por lo bajo, la parlamentaria Camaño y su par Patricia Bulrich comenzaron a agitar las aguas con que “así no se puede debatir” y alguien llegó a sugerir que se desalojara la sala. Allí fue cuando algunos integrantes de universidades, cooperativas, gremios (estaban representantes de CTA y CGT), centros de estudiantes, iglesias... empezamos a vociferar “el pueblo quiere saber de qué se trata”.
¿Qué rescataron de todo esto los medios que pretenden que nada cambie? Un título: “Agredieron a la legisladora Camaño”. Una mentira o tan sólo una pequeña parte de la verdad, como vienen haciendo desde hace ya mucho tiempo.
Por suerte estábamos allí y también por suerte estamos aquí, muy lejos de los monopolios, para contar lo que vimos y escuchamos. Hace falta que se escuchen más voces, todas las voces, para que cada uno forme su criterio con más elementos y con más libertad. Hay que democratizar la palabra.
Gustavo Ferradans
Sergio Vaudagnotto
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