Con motivo de celebrarse el 4 de setiembre el Día del Inmigrante, nuestra lectora Roxana Margara nos acercó un poema escrito para la ocasión.
INMIGRANTES
Por Roxana Margara
osana_argentina@yahoo.com.ar
No grata es la despedida
cuando la mirada fotografía,
un momento que pena
para el recuerdo guardar.
Brazos que se enredan resisten a zafar,
para luego deber renunciar
al refugio del abrazo que no volverá.
Difícil es decir “adiós”,
con la sonrisa pretendiendo simular
un “hasta pronto” sin poderlo expresar.
El corazón repica en latidos para anunciar
sin estruendos ni platillos,
el final de un tiempo
que en historia se convertirá.
Sedientos de dicha y felicidad,
apostaron a una lejana y prometedora tierra
que garantizaba tranquilidad
y augurios de prosperidad.
Apresados por el temor
el sudor les comenzó a bañar;
pues tiempos de sacrificio y de lucha
presintieron iban a llegar.
Con el pasado, cual carga a los hombros,
y los corazones a cada paso cuestionando
llenos de incertidumbre se embarcaron.
En humildes barcos a vapor
el océano cruzaron con valor,
poniendo el pecho a una decisión
que no podían a su antojo timonear,
sino tan solo su futuro echar
a la suerte de las corrientes del mar.
Un viento gélido, ante aquel silencio mortal
encrudecía el viaje que no llegaba a su final.
Entre desaliento y desesperación
algunas risas cargadas de temor,
cubrían el murmuro del viento y las olas al navegar
transformando en alegría todo pesar.
Pero fueron más las lágrimas y la melancolía,
que naufragaron en las aguas
del infinito mar del llanto perdidas.
Vivir y trabajar sería el reto de cada día,
¿pues dónde?, ¿cuándo? y ¿cómo?, nadie lo sabia;
Ni siquiera aún si tierra firme pisarían.
Plegarias al cielo susurraban, rogando escapar
al destino de tantos barcos
que tierra no volvieron a tocar.
Distintos intereses se jugaban
distintas lenguas se tarareaban,
afrentas y malentendidos no faltaban;
mientras el hambre de a ratos se asomaba
aquella paz buscada
no siempre se respiraba.
Hombres rudos y aventureros
en piratas del bosque se convirtieron,
explorando la tierra que no los vio nacer
entre ponchos y bombachas se los vio crecer;
cosechando los frutos del esfuerzo y del trabajo,
en la vida volvieron a creer.
Así es como dos tierras,
se hermanaron por la eternidad.
Una empobrecida y mendiga
sedienta de paz, trabajo y libertad;
otra compañera y solidaria
que sus tierras y bueyes ofreció
su pan y su leche compartió
mezclando al fin, su sangre por amor.
Inmigrantes desafiando al destino
apostaron a la familia y al trabajo.
Con los pies en esta tierra que los alimentó,
y el corazón legado al viejo mundo que los extrañó,
con coraje y valía, juraron honrar y defender
a esta nueva patria que con amor los adoptó.
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