Escribe: Miguel Sponer (*)
Aquel 12 de setiembre de 1999, el frente pluripartidario encabezado por el Partido Justicialista ganaba la elección municipal por un amplio margen.
El actual intendente, Eduardo Accastello, comenzó a conducir los destinos de la ciudad.
Habían pasado 16 años desde que Carlos Emilio Pizzorno llegara también por el voto popular al Sillón de Viñas. El honorable profesional había sido hasta entonces el último intendente peronista.
Ambos -Pizzorno y Accastello- se conocieron. La causa que abrazaron los juntó; la militancia justicialista los llevó a reunirse en ocasiones, y me tocó ser testigo en alguna oportunidad. Uno ofrecía la amistad, la lealtad y, sobre todo, la experiencia que le había dado el trajinar diario de un intendente que, en el caso de don Carlos, pasó por alegrías, tristezas, aciertos, errores. El otro llevaba el respeto a la trayectoria, las ganas de crecer y la pujanza de la juventud, para levantar a una sociedad que había perdido su convicción de ciudad y no olvidaba su derrotero de pueblo.
De aquellas charlas surgían bases que se iban sumando a otras, para asentar la propuesta que llevaría como programa de Gobierno de Accastello.
Había un plan, por el que mayoritariamente se inclinaron los vecinos. Y en este punto, un párrafo especial para el candidato radical Luis Caronni, que vino personalmente a reconocer y a felicitar el triunfo de su adversario.
Hubo un plan, que en el curso de los cuatro años de gestión se fue poniendo en práctica y, en una gran medida, cumpliendo.
Tal vez, de aquellos años hoy se recuerde la gran obra del subnivel, tantas veces soñada, pero hubo muchas otras cosas que hoy nos permiten afirmar que por entonces se empezaban a plasmar ideas que harían que Villa María despertara al futuro.
Por ejemplo, no debemos olvidar que se pudo renegociar la deuda de 25 millones de dólares heredada de las tres gestiones del intendente radical Miguel Veglia. Hoy, la realidad es otra. Los números municipales generaron un superávit de cinco millones de pesos y no se generó nuevo endeudamiento.
También se trabajó arduamente para que la autopista llegara a la Villa (fueron decenas de viajes para plantear el tema ante sucesivos gobiernos provinciales y nacionales) y hoy no sólo que eso ya es una realidad palpable acá, sino que pasó hasta Bell Ville.
Se pensó en la necesidad de contar con el Juzgado Federal y otra vez se multiplicaron las gestiones, siempre en compañía de las fuerzas vivas, y hoy también es una realidad que posibilita una mejor administración de justicia para todos.
Los años que pasaron entre 1999 y 2003 fueron de arduo trabajo, en cuyo transcurso conocí gente dentro de la función pública, capaz, honesta, socialmente comprometida y que hoy, a una década de aquel comienzo de gestión, de involucrarme en la actividad política, me hace sentir la emorme satisfacción de no haber equivocado el camino. Mucho de lo que sembramos comenzó a dar frutos y lo que construimos está en pie.
Algunos de mis compañeros ya no están, como Eduardo Cánova, Lisandro Figueroa, por citar algunos que desde el cielo nos siguen acompañando.
Pude ser testigo, soy testigo de todo lo que pasó. Me considero amigo de Accastello y de Nora Bedano, quienes tanto en los momentos difíciles como en los gratos que me tocó vivir siempre estuvieron a mi lado.
Si lealtad y gratitud vienen de la mano, yo nunca escondí el hombro.
Si tomamos malas decisiones y si nos equivocamos es porque se hicieron cosas...
Y pasaron diez años del comienzo de una gestión que cambió Villa María. Hoy es otra ciudad, en la cual la inmensa mayoría de los vecinos estamos orgullosos de vivir.
(*) Concejal de la ciudad entre 1999 y 2003
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