La referencia es bastante obvia pero no deja de sorprender que una banda llamada No Te Va a Gustar sea la preferencia de públicos heterogéneos.
Es cierto que la audiencia (que osciló las mil personas) que ha asistido al show brindado el jueves pasado en Supper Club se componía mayoritariamente de adolescentes y flamantes universitarios que esperaban que terminara temprano el show para volver a estudiar. Pero también de treintañeros y padres recientemente "copados" que, como eco de pertenencia, tratan de cicatrizar la orfandad libraba por bandas en "stand by" como Bersuit y Los Piojos, iconos del festivo rock rioplatense de este lado del charco.
La explicación de la sintonía entre el grupo uruguayo y esas dos masas de público debería buscarse en la creatividad musical y letrística del líder, el argentino Emiliano Brancciari, secundado por un excelente conjunto munido de percusión, batería, guitarras y una destacada sección de vientos.
La voz cantante, alejado de la figura vanidosa y omnipresente del "frontman" (salvo cuando bajó a la platea a ser arropado por sus fans), ha elaborado canciones digeribles y simples de amor e introspección, con componentes extrarockeros como la murga (la bellísima "Clara"), el reggae, el tango y hasta la electrónica ("El camino", de su última placa), sumadas a unos cuantos versos de cantautor bienpensante (léanse frases como "con hambre no se puede pensar"). Y el punto extra: la incorporación al sesgo de pasajes de Divididos ("Ala Delta" junto a "Verte reír"), Redondos ("Todo un palo", en los bises) y hasta la cita instrumental de "Wonderful World", para el corazoncito más nostalgioso.
El recital, en rigor, que se extendió durante un poco más de dos horas, inició después de la 1 de la madrugada con un pasaje explosivo para luego estirar el climax hasta el final, con tres bises, presentando temas del disco “El camino más largo”, sin obviar hits como "Al vacío" y "Fuera de control".
Juan Ramón Seia
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