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Bayer mostró el camino de la historia para llegar a datos de la realidad, ante un auditorio colmado. Fue convocado por ex detenidos por la pueblada y con el auspicio de la Municipalidad |
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“El pueblo hizo lo que debía, levantarse y exigir. Es lo que debe hacer la gente ante una injusticia”, sentenció el periodista e historiador Osvaldo Bayer sobre su primera reacción respecto a la Pueblada del 4 de diciembre de 2006, cuando alrededor de 1.500 personas reclamaron por justicia frente a la sede de los Tribunales locales y la manifestación derivó en el incendio del edificio.
Es que el autor de “La Patagonia rebelde” fue recibido por más de 200 personas en uno de los salones del club Corralense, convocado por la Junta Promotora por Justicia, nacida con el acompañamiento de la CTA Villa María e integrada por ex detenidos por los hechos de 2006, sus familiares y amigos, los que le agradecieron haberse solidarizado durante su detención en la unidad carcelaria Nº 5 de Villa María y posteriormente con su reclamo de “justicia real”. Bayer fue además el “único periodista de diarios de tirada nacional en dedicarle un espacio a quienes impulsaban esta protesta”, dijo Jesús Chirino (secretario de Derechos Humanos de la CTA villamariense) encargado de presentar junto a Norma Ríos, presidenta de APDH Rosario, al escritor.
Además, sostuvo que el Estado “deberá hacerse cargo de los errores de la Justicia”, uno de sus tres poderes, “e indemnizar a quienes perjudicó por no actuar como corresponde”.
Cronología
Como disparador de su alocución, Bayer utilizó una pregunta y un dato oficial: “¿Qué hemos hecho en la Argentina? Si hoy mueren ocho chicos por día por desnutrición”. Cabe mencionar que para la CTA son 25 en total, “por causas evitables”.
Para responderse, junto con el auditorio, repasó una lista cronológica que fue mechando con anécdotas, algunas que arrancaron carcajadas y el aplauso cómplice.
Comenzó con el relato de la ejecución de Tupac Amaru, basado en las propias actas de los españoles, para repudiar y rememorar el exterminio de los pueblos naturales que luego Manuel Belgrano en su declaración de 1810 propone para Misiones “utilizar las tierras como más les plazca” e incluso menciona otorgar préstamos para ellos. De Belgrano también destacó un artículo en Correo de Comercio sobre educación femenina y donde sugiere “no condenar” a las mujeres “a las bagatelas de la casa: háganse la idea que existen en un país nuevo”.
Bayer siguió recorriendo ese camino para desembocar en la “Asamblea del año 13” y destacó de sus puntos la abolición de la esclavitud, antes que muchos otros países, y la aprobación del Himno Nacional “con esa frase: ved el trono a la noble igualdad”.
Desde ese verso de la canción patria, el historiador alcanzó los crudos capítulos del exterminio de los indios ranqueles en lo que fue la primera “campaña del desierto” y se detuvo en una carta de Mitre a Sarmiento, donde el primero propone una guerra contra La Rioja, “porque es una cueva de ladrones...”. “Mitre sabía ver el futuro”, bromeó Bayer. Nombró en pocas, pero pesadas, palabras la guerra contra el Paraguay con la tristeza de quien observa una tragedia y despabiló al público cuando lamentó con ironía el nacimiento de métodos argentinos de tortura como la picana eléctrica.
Llegó a Roca y sin decirlo fustigó el papel de los medios de comunicación ya desde aquel entonces y luego compartió anécdotas risueñas como para no agobiar con el relato del exterminio. En esa parte reivindicó a los inmigrantes que llegaron para trabajar, españoles e italianos y no “los de Europa del norte” como había sugerido Sarmiento.
Se guardó como plato principal el recuerdo del primer desaparecido del movimiento obrero argentino, primer mártir: el marinero Juan Ocampo. De ahí a “la semana trágica” y el traslado dos años después, a la Patagonia, con un andar de palabras medidas y sonantes. Señaló cómo cada uno de esos obreros, no sólo “Facón Grande” o el “Gallego” Soto, tienen su homenaje. “Todos, mientras el fusilador Varela sólo contaba con una placa de agradecimiento por parte de la comunidad británica de Santa Cruz.
“¿Qué pedían esos trabajadores?”, saltó un asistente. “Pedían nada: 10 pesos más, dormitorios de a tres, que se tomen peones casados... un paquete de velas...”. En el mismo sentido se refirió a los hacheros de La Forestal, la represión de Alvear contra tobas y mocovíes, la represión del Malón...
Así hasta, tras narrar una serie de atrocidades, fusilamientos y aberraciones, rescatar la imagen de Salvador Allende en Chile e imitar a Jorge Luis Borges, dedicarse a la última dictadura militar.
Las palabras dieron lugar a los aplausos, como pidiendo permiso, y el respeto de los presentes se expresó de pie.
Franco Gazzoli
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