Habría que izar la bandera de los "locos lindos" que tuvo, tiene y tendrá Villa María, para reivindicarlos a la luz de las anécdotas que quedan en la memoria de los que están en su "sano juicio".
Pero, ¿quién está en su sano juicio? ¿Quién no se codeó con la locura en la soledad de su habitación? ¿Quién no envidió a esos locos de "Atrapado sin salida" que se escaparon al sol de la tarde? ¿Quién no cantó la balada de Piazzolla y Ferrer?
Piantados a la vista de todos y desprejuiciados, este suelo cordobés de tierra y pavimento guarda en su libro historias de "locos" que suenan a nostalgia.
Si hay un abanderado de acopiarse de anécdotas y momentos inolvidables, ese es el "Loco Pancho", un piantao del centro que hoy luce su delgada y vieja figura, pero guardando la coherencia de su desprejuicio.
En la década del ‘80, uno de los acontecimientos multitudinarios que tuvo Villa María y que más se recuerde, fue el casamiento de quien por entonces era campeón mundial de boxeo: Gustavito Ballas.
En el interior de los Trinitarios apenas había lugar para que entraran los novios y ni hablar de la vereda y la calle. El tránsito era un caos y no había inspector que pudiera calmarlo.
Cuando el colorido vehículo nupcial doblaba por Jujuy para acercarse a la iglesia, tuvo que aparecer la figura del Pancho para poner las cosas en orden.
El "Loco" pisó la calle, abrió sus manos y comenzó a ordenar el tránsito. "Usted pase...usted espere..." Lo curioso (¿por qué curioso?) es que todos acataban las órdenes del "oficial" y el gran acontecimiento tuvo acordes de normalidad.
Desde esa noche llena de luces, de trajes y colores, el Pancho fue nombrado Primer Inspector de Tránsito de la ciudad y cumplía con su trabajo cada vez que las calles del centro eran un caos.
Mucho más allá en el tiempo, Villa María esperaba la presencia de quien por entonces era la figura artística más convocante de la Argentina: Palito Ortega.
El tucumano ingresó al club Sparta temprano para evitar el acoso de las miles de fanáticas que lo esperaban. Allí se quedó hasta que llegara la hora de cantar.
El Sparta rebasaba adentro, y afuera gritaban las chicas que no pudieron ingresar. Palito cantó (bueno, es una manera de decir) y el problema era cómo salir. Lo esperaban las chicas y eran muchas. Había que buscar otra opción.
Y ahí tuvo que estar, indefectiblemente, la figura del "Loco", que inmediatamente presentó su idea. Palito debía saltar una tapia y salir por la casa de un vecino.
Con traje gris y corbata y camisa al tono, el artista encaró la tapia y llegó a su extremo custodiado, obviamente, por quien tuvo la "brillante" idea.
Cuando Palito saltó al otro lado, cayó en un enorme pozo con cal y siguió al tono con su ropa, aunque ahora todo blanco.
En octubre de 1987, cuando Ballas combatió en Miami por el título mundial, uno de los ilustres del público era Palito Ortega. Dos enviados de EL DIARIO se acercaron para reportearlo y el artista dijo: "De Villa María no me olvidaré mientras viva". Era por aquel pozo con cal.
En medio de una historia y la otra, tenía que haber un "loco". Como tantos que estuvieron, están y estarán. Nunca habrá una ciudad coherente si su historia no tiene un piantao.
Hoy es Pancho. Tal vez hoy somos todos.
El Turco
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