La anécdota me llegó hace tiempo por dos frentes distintos. Cada versión situaba como personaje central a un DT diferente, ambos de la Liga Villamariense de Fútbol, aunque me inclino a hacerles llegar la que dice que el entrenador en cuestión era el querible y querido “Cuerito” Vázquez.
Resulta que uno de sus equipos de quinta o sexta división no venía haciendo un buen partido, por lo que él estaba apelando a más gritos que de costumbre, en esa fría mañana de julio o agosto de cuyo año no me acuerdo. Los chicos no daban pie con bola, pero estaban zafando. Mantenían el arco en cero y “después vemos”. Rechazaban hacia el otro lado de la tapia de bloques de hormigón, para que la pelota tardara más en volver. Era una forma de esperar que el temporal adversario se aplacara.
Así transcurrieron los minutos de la etapa inicial, plagados de zozobra, hasta que el referí “Toto” Perassi cobró un tiro libre para “los otros”. Vino el centro, la pelota picó cerca del área chica, y sin que la tocara nadie se fue para el fondo del arco de los chicos de “Cuerito”.
Se fueron todos para los vestuarios. El DT sacó las manos de los bolsillos de su eterna campera de cuero (por eso le decían “Cuerito”), se las llevó a la cabeza y luego con un gesto pesado, frunciendo el ceño, dijo:
-Yo no sé cómo hacen, pero a mí me empatan esto.
Aquí les dejo una anécdota linda para el cumpleaños. ¡Felicidades a Villa María y su gente!
El wing derecho
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