Lo que me sucedió realmente es para compartir. Hace tres años y medio, para ser más precisos el 6 de enero de 2006, cuando con mi señora Mónica decidimos unirnos en matrimonio y ese día lo hacíamos por iglesia, como todos los novios nos preparamos para ese gran acontecimiento. Por la tarde fuimos al salón, ordenamos algunos detalles que nos quedaban, por la tardecita cada uno se fue a su casa a prepararse para lo que se nos aventuraba, “una gran noche”.
Y así fue, una gran noche, porque cuando llegamos a la iglesia (con mi padre y hermanas) para esperar la llegada de la novia y por fin hacer nuestra unión frente a Dios, me encontré con la iglesia cerrada, los invitados en la vereda esperando la llegada de los novios, a la vez, yo esperando que la puerta se abriera y apareciera el sacerdote y rogando que mi señora no se apresurara en venir. Pero el cura no llegaba y al rato la novia ya se paseaba con el auto por el bulevar. Cansada de esperar se fue a su casa, donde trataba de entender qué era lo que estaba sucediendo (mientras se tomaba una sidrita).
Por mi parte, salí a buscar al sacerdote, los invitados en la vereda, las puertas de la iglesia cerradas, otros familiares salieron a buscar a otro sacerdote para que pudiéramos dar el “sí”, amigos o familiares fueron hasta el salón para pedirle al servicio que frenara el tema de la comida. ¡Todo era un caos! Hasta que encontré al cura ya había pasado una hora y media.
Claro está que la ceremonia comenzó con las siguientes palabras del sacerdote: “Pues, no lo tenía agendao al casamiento”.
Pero no sólo fue eso. Cuando tuvo que decir Ricardo acepta por esposa a Mónica, el cura de tanto mareo que tenía me cambió el nombre y dijo: “Roberto, toma por esposa a Mónica”… Como para olvidar…
A esa noche todavía le quedaba más: el fotógrafo en la iglesia se llevó por delante un ventilador, lo que produjo un fuerte ruido y un gran susto para los presentes.
Y más, esa noche, mientras mis amigos en la fiesta me lanzaban hacia arriba, perdí el dinero que me había regalado mi madrina… Claro que todo tuvo un final feliz, porque los mozos recuperaron el sobre con el dinero.
Yo me casé una hora y media después y hoy puedo compartir la anécdota en el cumple de la ciudad con ustedes, vecinos, y por supuesto con mis dos hijos: Lorenzo y Octavio.
Ricardo
Otras notas de la seccion Suplementos especiales
“Es necesario que los trabajadores sean blanqueados”
Grupo colombiano toma el control de Libertad
Fuerte contrapunto entre la UIA y la CAME por los datos
Córdoba recibió 297,3 millones más que el año pasado
Nueva forma para buscar "laburo"
|