Todo empezó hace poco más de once años. Llegué a Villa María desde Córdoba capital el 9 de marzo de 1998, un día antes de empezar mi primer año de secundaria. Los nervios y la intriga que tenía al llegar a una ciudad nueva, con gente distinta y a un colegio diferente, no me permitieron dormir en toda la noche.
Al levantarme esa mañana del 10 de marzo de 1998, mi corazón latía como nunca y mientras se acercaba la hora de llegar a clases cada vez iba más y más rápido. Ni siquiera había podido recorrer las calles de mi nueva ciudad y tampoco mi escuela. Pero tomé la decisión de tranquilizarme un poco, me puse mi nuevo uniforme, tomé el desayuno y partí caminando con mis padres y mi hermana hacia el lugar donde pasaría mis próximos seis años de clases.
Ya eran las 7.30 y seguía nerviosa, pero me armé de coraje y formé la fila de los chicos de primer año. Eran todas caras distintas, pero parecían muy amables. Cuando caminábamos hacia el curso me puse a charlar con otra chica y me enteré de que ella también venía de otra ciudad, lo que me tranquilizó un poco, ella se convirtió en mi primera amiga.
Al pasar los días ya no me pareció todo tan desconocido y poco a poco me fui dando cuenta de que la gente que vivía aquí era muy solidaria.
Hoy en día doy gracias a Dios por haber llegado a este lugar. Les cuento por qué: aquí viví los mejores años de adolescencia que cualquiera pudiera tener. Con mis nuevos amigos disfrutábamos mucho de la costanera, las obras de teatro, los lugares para bailar, los clubes en el verano, las pelis y las pizzas en el invierno, entre muchas otras cosas. También ingresé a un grupo juvenil, donde pude tener amigos de todas las edades. Allí aprendí a cantar y a tocar la guitarra en la iglesia y crecí espiritualmente.
En Villa María, además, descubrí mi talento por la pintura al óleo, ganando varios premios, representando a mi colegio a nivel regional y provincial.
Lo más importante es que con mi familia tenemos mucho más tiempo para estar juntos y disfrutar tanto durante la semana como en los fines de semana.
Ahora ya tengo 23 años y estoy pronta a recibirme de ingeniera en Tecnología de los Alimentos.
Hoy puedo decir que Villa María se transformó no sólo en mi ciudad, sino también en mi nuevo hogar.
Estefanía Jornet
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