Para realizar este aporte al Suplemento que dedicamos todos a la ciudad en su cumpleaños, voy a remontarme a la década del '70; a aquellos campeonatos de fútbol barriales. En los días que corren estaríamos hablando de la AFUCO o el Amistad, aunque aquéllos a los que me refiero no tenían tanto de amistad.
Se sorteaban un día viernes, en un centro vecinal o en una casa de familia, se pagaba una inscripción y se jugaba el domingo. Por lo general el campeonato terminaba ese mismo día, quedando pocas veces las finales para el siguiente sábado.
Así fue naciendo cada equipo con sus jugadores, que eran como una marca registrada. Uno nombraba Las Ardillas y se sobreentendía que se hablaba del equipo de los hermanos Lang, de Turco... decía Sacachispas y era el de los Alamo, Toledo... el San Lorenzo de los Cejas, "Calula" Mercadal, "Chicha" Negrete, "La Liebre" Piccini... Deportivo Chaco (hoy Sáenz Peña) con los Fernández, Tisera, Soria... el Deportivo La Rural con los Berterame... Los Pisacorchos, Estrella Marina... y desde Villa Nueva bajaban los de Boca de la Floresta, con el "Manco" Castro, "El Lechuza", "Sanguichu", "Juanillo". "Pecho" Sosa... el San Lorenzo de los Cornejo, Gobato, Muningo, Marín (padre de Diego, el goleador histórico de la Liga). Esos eran los cuadros más conocidos y siempre se prendían en alguna final.
Un domingo, en la cancha de Deportivo La Rural, hoy barrio Carlos Pellegrini, los locales se enfrentaban con el Deportivo Chaco. En un momento dado, una pelota se iba afuera y uno del público la volvió como en una especie de córner corto y la mandó al punto del penal. Un jugador de La Rural, de apellido Berterame (el nombre se me escapa porque eran como cinco o seis que jugaban para el mismo equipo), la empujó hacia la valla convirtiendo un gol de aquellos, bien "trucho", que el referí convalidó. Y el lío fue mayúsculo, hasta que una voz que venía de la hinchada del Chaco, dijo "sáquenles los arcos"... Y los arrancaron de cuajo, nomás. Luego, cargándolos al hombro, entre mujeres y hombres, se llevaron las porterías de a pie, cruzando baldíos, pasando por la vieja Francesa, hoy parque Pereira y Domínguez, hasta que los arcos terminaron en el Chaco.
De más está decir que sin arcos no se pudo seguir disputando el campeonato.
El hecho me quedó como anécdota, que cada tanto les cuento a mis amigos y a mis hijos, que me escuchan las historias deportivas o no tanto, de la Villa María que yo viví -tal vez por haber nacido un poco antes- y que tanto me enorgullece poder contar.
Y una lágrima en "orsai" me hace un gol en el arco del recuerdo.
Miguel R. Marín
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